Una buena vida
Fecha: 29/03/2022,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
"Pues sí, tu vecina está para comérsela, qué culo, qué tetas", dijo Ricardo a Juan cuando hacían ejercicio, mientras corrían; "Te refieres a la madre, ¿verdad?", dijo Juan; "Me refiero a quien me dé la gana", contestó Ricardo adelantando su cuello, su cabeza hacia Juan; "No te creía tan pervertido, la hija tiene diecisiete"; "Perdona, dieciocho, dieci-ocho", dijo Ricardo, antes de darle la espalda a Juan y alejarse de éste a buen trote por un carril del parque, que a esa temprana hora estaba vacío, rápido, más rápido. "¡Espera!, ¿cómo lo sabes?", llamó Juan sin poder seguir el ritmo a su amigo; se detuvo, inclinó su torso apoyando las palmas de las manos en las rodillas; resopló; pensó: "Se la ha tirado, el muy cabrón se la ha tirado".
Juan regresó solo a su bloque. Abrió el portal, llamó al ascensor, subió y accedió al rellano. "Hola, vecino", oyó que le llamaban. "Ah, hola, Rosa", contestó girando su cintura. Ahí estaba Rosa, como siempre, tremenda mujer de larga melena, fumando junto a la ventana. Rosa iba vestida con un pantalón corto de hombre y una camiseta de tiras blanca, y calzaba unas pantuflas de andar por casa. Las piernas de Rosa eran rollizas; su cintura, carnosa, pero muy femenina, formaba una pronunciada curva, la justa para sujetarse, y sus tetas eran como calabazas. Rosa tendría unos... cuarenta y tantos. "Juan", dijo Rosa, "ese amigo tuyo, Ricardo..., dile que deje ya en paz a mi Maricarmen, que no me gusta que la niña ande con tíos tan mayores, que ya ...
... se sabe, que se aprovechan de las pobres inocentes regalándole paparruchas..., ayer le regaló un móvil a la niña, ese Ricardo, anoche mi Maricarmen llegó a las tantas de la madrugada..., está muy feo eso, Juan, que Ricardo dobla en edad a la niña...".
Juan se quedó, al principio, pasmado ante tamaña bronca expresada con mucha tranquilidad, pero con un tinte de drama familiar; después, reaccionó: "No te preocupes, Rosa, Ricardo es buen muchacho, de todos modos le avisaré"; "Gracias, vecino, gracias, Juan", dijo Rosa, y arrojó la colilla al ojo patio. "Bueno", dijo Rosa, "vuelvo a mi cueva, ahora me desnudaré...". Al oír "me desnudaré", Juan se empalmó, dijo: "Como Eva"; "¿Qué has dicho?"; "Oh, no, nada"; "Has dicho "como Eva", sí, la de Adán, sí, pero yo estoy más gorda"; "Me gustas, Rosa", no lo pudo evitar, lo dijo. Rosa reaccionó acercándose a Juan. "Bésame", pidió. Juan atrajo la cabeza de Rosa hacia sí y la besó largamente, con un beso húmedo, de tornillo; sus lenguas chocaron, se unieron, jugaron, mientras sus sexos palpitaban bajo sus ropas. Rosa, despacio, se separó. Juan la observó sin poder ocultar su mirada de deseo, bien posándola en las tetas de Rosa o bien en sus macizos muslos. Rosa cerró la puerta de su casa tirando de la manija y dijo: "Juan, en tu casa, Maricarmen duerme".
El sol de mediodía, filtrándose a través de los estores, iluminaba la carne sudorosa, esforzada, de ambos. Rosa, montada sobre el regazo de Juan gritaba de placer a cada movimiento de ...