1. Párrafos impúdicos


    Fecha: 24/04/2022, Categorías: Erotismo y Amor Autor: MirassoMauricio, Fuente: CuentoRelatos

    ... jolgorio interno. Desnudez, que se ve más clara que el pelaje de una cebra. Tan plena como la mañana a las diez horas. Poesía hecha mujer, la belleza existe y tú eres un buen ejemplo de ello. Deslumbrante de principio a fin. Increíble, con todas las extensiones de la palabra. Sugestivo o sugerente es una palabra que se queda más corta que la altura de una flor de balsamina.
    
    Te quiero mujer de fuego, te aprecio mucho, y estoy bien gustoso de querer hacértelo saber. Deseo, anhelo probar tus labios, gustar de tus pechos atrevidos como dos porciones de torta a devorar, humedecer y endurecer tus pezones hasta que digan a grito pelado “¡aquí estoy!”. Incendiarlos con un calor intensificado sin gas ni fuego. Mimarte las aureolas, hervirlas. Besuquearte la nuca, el cuero cabelludo, la frente, la nariz, las mejillas, el cuello, el hombro, la clavícula, el dorso de tus manos y demás. Contemplar tu mariposa –que ya hace tiempo venía pidiendo salir del encierro– como si lo estuviera haciendo con una buena pintura o una buena fotografía. Saborear, tu preciosa mariposa, inquieta por recibir atenciones más y más mayores. Tomar aire y saborearla de nuevo, tomar aire y volver a saborearla hasta que estés absorbida por el momento. Alegrarla, divertirla, complacerla, contentarla. Subiendo y bajando por su centro, subiendo y bajando. Sorprenderla enrollando mi lengua para entrar y salir de ahí de forma majestuosa –mi lengua quiere ser, uno de tus mejores momentos–. Es mi ambición encariñarla ...
    ... con mis delgados dedos dentro de ella, sacándolos y metiéndolos a un ritmo constante, suave y relajadamente al principio y luego de manera frenética, enriqueciéndotela siempre de cosquillas, buscando tus valiosos gemidos y tus codiciados gritos. Con un dedo, dos, quizás sean tres, trabajando en ese pequeño valle. Todos, queriendo unirse a esa fiesta.
    
    “Masajea, masajea, masajea”, “soba, soba, soba”, quiero que me diga. Que me dé la cálida bienvenida, quiero, mientras tu respiración se va tornando más irregular. Hasta que en las puntas de los dedos de tus pies sientas algo agradable. Hasta que tengas una sensación de hormigueo en tu estómago y te estés metiendo de lleno en tales sensaciones, colapsándote de ellas, y consumiéndote en tus reacciones con los ojos llenos de emoción. Por cada sensación de hormigueo que te agarre, te juro, que si pudiera te besaría y te lamería al mismo tiempo el vientre. Introduciría mi lengua en tu ombligo y recorrería su borde también.
    
    Aumentar tu presión sanguínea y tu ritmo cardiaco a través de tu clítoris –que clama atención–, tu prepucio, tu monte de Venus, tus otros labios –esos que son los más recónditos y misteriosos–, y tu periné, que de adornos no tienen nada de nada. Degustarme con ese pequeño paquete de sorpresas, y con tus rodillas lo más separadas posible, tus ojos entreabiertos y mirando varias veces al techo, quiero que te agarren esos pequeños sobresaltos de los numerosos hachazos de placer, a intervalos irregulares, que te ...
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