Orgasmo anal travesti
Fecha: 08/05/2022,
Categorías:
Transexuales
Autor: GenovevaSexy, Fuente: CuentoRelatos
Escuché el dulce sonido plástico de su condón lubricado, mientras lentamente me sentaba sobre su linda verga y él entraba por fin y deliciosamente en mi culito cerrado. Él estaba recostado boca arriba en la cama y yo sobre él, hacíamos la posición de la amazona. Tomó con sus manos mi cadera y me empujó más hacia abajo. Gemí duro cuando la base de su miembro llegó a mis nalgas: Al fin la tenía toda adentro. Me acarició las piernas y subí poco a poco mientras sentía como se desplazaba aquel monumento viril por todo mi recto hasta disfrutar en la puerta de mi ano la punta y nuevamente bajé despacio. Su rica pija se abría paso nuevamente en mi recién desflorado agujero.
Me pellizqué las tetillas para darme más placer. Él tomó mi micropene y comenzó a hacerme una paja. Era todo un deleite la mezcla de sensaciones: ser penetrado, ser masturbado, acariciarme los pezones y estar travestido.
Me sentía tan mujer en sandalias blancas de tacón de suela delgada, pantimedias blancas con encaje hasta la parte alta de mis piernas, brillo labial improvisado, el chinchineo de unas pulseras en las muñecas, anillos en los dedos de las manos con piedras color rosa, aretes de presión y muchas ganas de experimentar mi primera penetración.
Recosté mis manos sobre su pecho y rasqué con la uña sus pezones. Él gimió y me penetró más profundamente, aunque a un ritmo rico y lento. Su verga era grande, gorda, caliente y con una cabeza redonda que desfloraba mi ano delicadamente y con ...
... fuerza.
El bombeo con que me daba por el culo era fenomenal, pero el ritmo con que me la metía lo estaba controlando yo. Yo me había decidido a vestirme de mujer y entregarme a él con cierto miedo a convertirme en gay, a exponer mi secreto ante el mundo y a que me doliera aquella experiencia. Pero simplemente entendí, mientras me dejaba penetrar y gozaba el momento, que no era gay, sino un travesti de closet que me había dado permiso a mi mismo de tener un buen palo dentro, que mi secreto seguiría siendo secreto y, que podría seguir haciendo mi vida normal cuando quisiera y que también cuando quisiera podía ser la mujer que guardo en el armario (y tenía el derecho y la libertad de hacerlo); pero lo más sabroso, era que, en vez de dolerme, mi agujero pedía más y más verga.
Aceleré un poco el paso. La fricción del látex enfundando su miembro que entraba y salía de mi agujero comenzó a darme una sensación quemante en el recto. Comencé a jadear. Su pecho estaba mojado de sudor y el mío también. Lo cabalgaba. El me dio una palmada en las nalgas y aceleré aún más. La cabecera de la cama golpeaba la pared y el colchón rechinaba por el esfuerzo.
-¡Puta que rico!, ¡papacito!, ¡métemela así!, ¡Tu verga está deliciosa! – Comencé a decirle descontroladamente en voz alta, a medida que la cabalgata se tornaba más intensa.
Sentía su miembro hincharse cada vez que la sangre lo bombeaba y lo hacía más gordo.
El placer carnal, de deseo y pasión me enajenaba y me arqueé hacía arriba viendo ...