Follada por un vagabundo
Fecha: 21/05/2022,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
La historia que hoy os relato sea probablemente la que más trabajo me haya costado hasta la fecha, ya que es algo que aún recuerdo con tristeza y dolor, y que aún he de superar. Sucedió durante un momento de mi vida inestable (No hace mucho, de hecho, poco más de un año) y supuso en mi un cambio de mentalidad, probablemente la razón por la que me he decidido a contar y compartir mis experiencias.
Es la historia de cómo, mi inocencia me llevó a entregar mi confianza a un hombre que terminó utilizándome, humillándome y sobre todo, abandonándome en el peor momento.
Habían pasado pocos meses desde que había sido madre, y a pesar de mi nula experiencia había de hacerme cargo del bebé. Yo por aquel entonces, vivía en las afueras de la ciudad, en un barrio no muy bueno, en un apartamento pequeño que había alquilado a una señora mayor, y la cual me ayudaba en todo lo que podía. Era una mujer viuda, y quizás por la pena que sentía por mi, me trataba como si fuera su hija. Nunca podré terminar de agradecerle las noches que pasó cuidando a mi hijo.
Evidentemente, me encontraba en una época en la que mis gastos se habían multiplicado, y aparte de los trabajos temporales que conseguía limpiando en algunas casas o de camarera en bares nocturnos, me vi en la necesidad de recurrir a la prostitución y tener encuentros esporádicos con clientes. A diferencia de lo que había hecho hasta antes de ser madre, no ofrecía mis servicios a distancia y concertaba citas con clientes, ya que era ...
... un proceso más lento, sino que cuando me veía en necesidad extrema, salía a la calle en busca de clientes, a modo de puta de carretera.
Para ello me vestía con ropas provocativas, me maquillaba en exceso, y salía a buscar. Cerca de mi casa, había un parque colindante a una carretera, y era ahí el lugar al cual me dirigía para ofrecerme. No era un lugar muy recomendado, y he de reconocer que siempre pasaba miedo estando allí, pero no tenía otra alternativa.
El encontrar clientes no era complicado, y era suficiente con sentarse en un banco, sacar un poco el tanga por detrás del pantalón, abrir ligeramente las piernas, y sonreír a cada hombre que se cruzaba. No pasaba mucho tiempo hasta que alguien te recogía y llevaba a un lugar privado.
Esta fue mi práctica habitual durante algunos meses, acudiendo dos o tres veces en semana, lo cual me permitía vivir de manera aceptable. Sin embargo, un día sucedió algo que cambió completamente mis planes y por lo que dejé de realizar esta práctica.
Estando una noche en el parque sentada como de costumbre, se acercó hasta mi un chico joven de unos 35 años, despeinado, con la barba algo larga y descuidada, y vistiendo ropa no muy limpia.
-Buenas noches, ¿Te importa si me siento contigo y hablamos? -Educadamente acepté su oferta de establecer una conversación.
Fue así como conocí a Fran. Fran era un joven, algo mayor de lo que yo pensaba (37 años), que tras haber tenido problemas económicos, y haber estado alcoholizado, se vio ...