1. Cómo le enseñé a mi marido a sodomizarme


    Fecha: 06/08/2022, Categorías: Anal Autor: Mar1803, Fuente: CuentoRelatos

    ... vuelta, dijo tomándome de la pierna derecha tratando de ponerla sobre su hombro izquierdo. Levanté mi mano derecha y flexioné el brazo izquierdo para ayudarlo y, antes de que me torciera por completo tomó mi otra pierna dándole vuelta a mi cuerpo y quedé de “armas al hombro”, tal como me cogió mi amante dos días antes.
    
    –Parecemos contorsionistas de circo –le dije, sintiendo su tranca firme en el orto, pero sintiéndome tan caliente que con la vuelta me imaginé que era un pollo en el rostizador.
    
    –Tu culo se siente muy rico y merece otra repasada más –expresó al tomarme de las nalgas.
    
    –Espera, deja acomodarme mejor pues así me cansa –le rogué jalando una almohada para ponerla debajo de mi cintura, tal como mi amante había hecho conmigo–, o bájate de la cama, pero sin sacármelo que está muy rico –le expliqué, deseando que no se diera cuenta que ya me habían cogido así.
    
    –¡Qué bueno que te gustó, mami! –expresó y volvió a sacudirme, esta vez durante más tiempo porque ya se había venido.
    
    –¿Te gusta así, nalgona? –preguntaba sin dejar de moverse.
    
    –Me encanta y ya no me duele, vergón. Muévete más rápido –exigí y mi esposo, cerrando los ojos, obedeció.
    
    Dormimos de seguido. A la mañana ...
    ... siguiente, muy temprano, me tomé un poquito de su bibi, pero muy poquito porque me lo saco de la boca.
    
    –Espera, mami, que quiero otra vez por tu culo dijo extendiendo la mano para tomar el frasco del aceite.
    
    Me lo untó religiosamente, dedo a dedo y me acomodó para cogerme. En cada envión me daba una nalgada que yo las disfrutaba al verlo tan caliente. Se vino, pero casi de inmediato, me dio la vuelta de “pollito rostizado”, poniéndome la almohada en la cintura y volvió a penetrarme dándome caricias y besos en las pantorrillas. ¿Éste era mi marido? ¡Qué tierno lo sentía! ¡Además empalada deliciosamente! Nos vinimos otra vez y yo terminé llorando de felicidad, dándole mi agradecimiento. Me beso la cara con tibieza y ¡Me lamió las orejas! dormimos otras horas y cuando despertamos ¡me volvió a coger de misionero, nos vinimos y despertamos casi a medio día, ¡Felices los dos!
    
    Al bañarnos, le hice notar cómo me dejó las nalgas rojas de tanto golpe.
    
    –¿Te duele? –preguntó consternado.
    
    –Ya no, pero estuvo rico –le contesté dándole un beso y bajando a chuparle la verga. Se le paró, pero casi nada salió…
    
    –Compra más aceite, no se nos vaya a acabar sin darnos cuenta –dijo cuando me enjabonó las nalgas. 
«123»