1. La mamá de Joaquín


    Fecha: 16/09/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... par de tragos, escuchaba las giladas que hablaban los demás, y después se tomaba el palo. Además la Agustina También lo tenía entretenido.
    
    Así que cuando terminó la clase, los dejé a los pibes escabiando en el kiosko con el Joaco. Los otros dos me miraban corte, en qué anda este, y no me extrañaría saber que se estaban haciendo la idea de que le estaba arrastrando el ala a la Andrea. No tanto por vivos sino por mal pensados.
    
    Yo me hice el boludo y me escabullí para buscar a mi amada. No le había dicho nada, y no sabía si su marido estaba o no estaba en casa. . Pero si no estaba, no me iba a dejar pagando ahí afuera. Bah, eso creía. Al menos le robaría unos besitos y sentiría ese hermoso ojete entre mis manos.
    
    Me faltaban unas pares de cuadras para llegar. Yo iba caminando re enamorado por la calle, recordando la tremenda chupada de pija que me había dado; sintiendo en mis manos transpiradas el tacto de su culo firme y carnoso; rememorando el riquísimo olor que salía de entre sus piernas. Estaba en las nubes, y de repente escuché:
    
    —¿Qué onda, ese es el Pitu?
    
    Levanté la vista. El sol me daba en la geta. Me puse la mano para cubrirme del sol. En esa reconozco a los logis del otro turno: El Turco y al Gordo Mauri. Ese gordo es una bestia, más grandote que el Leo. Se notaba, por sus caras, que querían bardo. Pero yo no les tenía miedo. Nunca me achiqué en una pelea y menos sabiendo que les podía ganar.
    
    Pero como todavía estaba medio encandilado por el sol, no ...
    ... pude ver al tercero que venía con ellos. Se acercó desde la derecha, como una sombra. Era un tipo grande. No era un pendejo. Se notaba que era bastante poronga, porque tenía unos ojos de muerto, corte que ya no era ni persona. Tenía un chaleco de jean, y los brazos tatuados. Pero cuando me avivé de que él era el que había preguntado si yo era Pitu, ya era tarde, la piña me calzó zarpada de bien. Igual que la que el cheto me había cabido hace un par de meses, sólo que este sabía pegar y tenía mucha fuerza.
    
    Sentí como si mi mandíbula se saliera de lugar. Mis dientes mordieron mis labios y sentí el sabor de mi propia sangre. Hacía mucho que no la sentía. Me quedé aturdido. No veía bien. Pero, así y todo no me caí. Me reincorporé, levante mis brazos, corte boxeador, para evitar que me pegue otra vez en la geta; puse la panza dura, por si me quería pegar ahí, y justo ahí fue donde largó la segunda piña. Me dolió, pero mucho menos que la otra. Mantuve mis brazos arriba, y como imaginé, me largó otro bife en la geta, pensando que le piña en la panza me iba hacer bajar la guardia. Pero atajé el golpe. ¡Qué fuerza tenía el hijo de puta!
    
    Abrí bien los ojos, y cuando lo pude ver con claridad, lo amagué con la izquierda y le metí alto uppercut en la pera. No se la vio venir el logi. Me dolía mucho la geta, y como estaba lagrimeando sabía que mi vista se iba a nublar enseguida. Así que me le fui al humo, aprovechando su confusión, para largarle todas las piñas que podía largarle. Le di ...
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