De mis vacaciones con la tía Bertha (Parte VI)
Fecha: 22/09/2022,
Categorías:
Transexuales
Autor: Dann24, Fuente: CuentoRelatos
Pasaron un par de semanas en la casa de mi tía Bertha, tiempo que ella aprovechó para conseguirme unas inyecciones de no recuerdo que clase de sustancia que inhibía mi de por sí escaso desarrollo masculino. Y esto llegó a provocar en mí cambios hormonales que se empezaron a sentir en mi estado de ánimo y en la forma de entender el mundo. Por ratos me sentía muy contenta, eufórica y feliz, pero había días en qué el bajón me llevaba hasta el piso.
Con todo, ella me instruyó en todo momento, asegurándome que esa era la manera en que las muchachas sienten el llamado de sus cuerpos a la progesterona, al desenvolvimiento de sus caracteres sexuales y a su despertar a la femineidad. Cuando me veía triste, solo me abrazaba, acariciaba mi cabello y decía que era normal, a la vez que me decía cosas como mi pequeña, mi Danny, mi princesa querida. La verdad es que, ahora a la distancia, sé que la tía no era mala, y que realmente se esforzaba en conseguir de mi toda una señorita.
Durante los primeros días, ella solía supervisar que mi edema, los tampones en mi colita y el dispositivo de castidad o la conchita del calzón estuvieran bien colocados. Pero conforme pasó el tiempo, yo misma sentía la necesidad de tener mi agujerito relleno con algo, así que finalmente era yo quién se los pedía. Y también acabé por acostumbrarme a ocultar mi pene entre mis calzones favoritos. Creo que al aparato de castidad nunca me acostumbré, porque a veces las erecciones si venían con mucha intensidad y ...
... dolían, pero al final, ella acabó por reconocer que mi pene era tan pequeño que el simulador de vagina era suficiente para esconderlo.
Recuerdo que una mañana- que me había citado con Ricardo para salir a dar una vuelta- me estaba dando una ducha, cuando sentí tan rico sacarme el tampón -que cada vez eran más grande- que de inmediato tuve una erección. Comencé a jalarme el pene, despacio primero y después con velocidad y desenfreno, hasta que estaba a punto de eyacular bajo el agua que caía de la regadera. En eso llegó ella. Vio mi mano empuñando mi verga erecta y solo acertó a darme una gran cachetada que me tumbó.
Empezó a gritarme que esa no era la forma en que se masturban las mujeres, que mi pito solo servía para orinar, y que mi sitio de goce se hallaba en el ano. Me golpeó en la cabeza un par de veces más, en lo que yo le pedía disculpas llorando avergonzada como una magdalena. Entonces me sacó a empellones del baño, puso una toalla en mi cuerpo y otra en mi cabeza, y mientras me frotaba con energía para secarme, decía cosas como "debí haberte dado ya un consolador, si la culpa es mía por no estar atenta de lo que mi niña requiere" y otras cosas por el estilo. Me pasó unas bragas cacheteras de encaje, mi sujetador con relleno del mismo color que los calzones, una minifalda tableada de color azul marino, pantyblusa blanca y zapatillas del mismo tono que la falda. Me ayudó a peinarme, a poner un ligero maquillaje a mi rostro y me miró como Miguel Ángel a su Capilla ...