Rutinas
Fecha: 15/11/2022,
Categorías:
Anal
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Soy un hombre de costumbres bien establecidas al que los cambios, las sorpresas, o las improvisaciones no le gustan. No es que no me gusten es que las aborrezco, no producen mas que distracciones y un desperdicio de energía física e intelectual. Estoy convencido de que no hay nada como una vida ordenada, bien estructurada donde uno sabe donde esta cada cosa, lo que hay que hacer en cada ocasión, a donde va y de donde viene.
Esta no es una conclusión sacada a la ligera; es la experiencia de una vida. Tengo cincuenta y seis años, de joven fui un tanto bohemio, viva la virgen, bala perdida o como se quiera llamar y las hice de todos los colores. Pero a los treinta y cinco años asenté la cabeza, me convertí en un respetable miembro de la sociedad, me casé, y aprendí que no hay nada tan acogedor, tan seguro y reconfortante como tener reglas bien establecidas y seguirlas a rajatabla. Hay gente que dice que no se puede estructurar, planear y regular todo en la vida. Aunque, en el fondo no saben de que hablan, tienen su punto de razón. Nadie ni nada es perfecto, pero con un poco de cuidado y disciplina se puede planear mas del 95% de las actividades diarias y evitar disgustos y sobresaltos. Puedo poner un ejemplo: hoy, un día de mi vida
Es el ultimo viernes del mes, dos de la tarde estoy abriendo la puerta de casa e inmediatamente percibo el olor de la comida. Carmencita, mi mujer, me esta esperando en el comedor, de pie, al lado de la mesa, la comida recién servida. Ella ...
... sabe que a las dos, como un clavo, estoy en casa y que no me gusta esperar, que al llegar tengo que encontrar la comida sobre la mesa, recién servida y calententita.
Carmencita es siete años más joven que yo, cuando nos casamos, a sus veintiocho años llamaba la atención. Alta, rubia, de cara sino guapa al menos bien parecida, pero con un gran tipo. Buena delantera, estrecha cintura, un trasero bien pronunciado y largas y bien torneadas piernas. Cuando llevaba zapatos de tacón alto y falda estrecha daba gloria verla andar.
No se si daba mas gusto verla por delante gozando del ondear de sus caderas y el bamboleo de los pechos o verla por detrás con aquellas interminables piernas moviendo y agitando el glorioso trasero. Aun hoy en día, a sus cuarenta y siete años, cuando se esta empezando a ajamonar un poco, he tenido la suerte de que ha puesto los kilitos extra en los mejores sitios. Nunca he sido hombre de grandes pasiones, así que no voy a decir ahora que estoy loco por Carmencita después de veintiún años de casados; ni que estuve loco por ella cuando nos casamos. Pero siempre la he encontrado atractiva, siempre me gusto su trasero y, de hecho, casi me gusta mas ahora que es aun un poquito mas grande. Me explico: como Carmencita va dos veces al gimnasio todas las semanas (es un poquito vanidosa de su excelente figura) tiene las nalgas grandes, si, pero de prietas, duras y sabrosas carnes. Son nalgas que piden a gritos que uno las toque, las estruje, las bese y las ...