De cómo isabel vino a mi vida
Fecha: 12/12/2022,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... percibiéndola entera, aviado iba de no tener otros recursos, mis ahorros de las épocas de vacas gordas, cuando trabajaba… Además, que ya es agua pasada… Me lo han descontado en este mismo mes, así que ya…
Pero no seas tonto Antonio; sean más, sean menos, esas pesetas son tuyas, que bien que te las ganaste trabajando y cotizando a la Seguridad Social mes tras mes; que “ellos”, el sistema, a nosotros, los que trabajamos y cotizamos, no nos regalan nada, sino que nos los tenemos que ganar con nuestro trabajo y esfuerzo; y con dinero, cotizando… Luego ¿para qué, tú, yo, cualquiera de nosotros, los que “curramos”, tenemos que regalarles nada a “ellos”, los que “sin dar palo al agua” viven a costa nuestra?... Y opíparamente, además…
Y sí, tomé el papel, el certificado médico, lo llevé a la oficina del paro, como también es conocida la del INEM, y, efectivamente, al mes siguiente tuve paga doble: La del mes finiquitado y la de la sanción, anulada gracias a ella, a Isabel, como ya la comencé a llamar habitualmente, suprimiendo hasta el usted, sino de tú y por tú, como ella, desde un principio, me hablaba. Todavía subsistió y por bastante tiempo, casi años, el buenos días, doctora, al darle mano siempre que accedía a consulta, puede que por degeneración profesional, ya que de siempre he sido agente de ventas, vendedor, ramo ferretería, con un almacén de Madrid, y lo normal, al entrar en la tienda, es saludar al cliente estrechándole la mano.
En fin, que desde ese día, mi ...
... forma de mirar a la doctora Burgos Baena, ya mas Isabel que doctora Burgos, vario rotundamente, con esa especie de fila que ante le tuviera devenida en casi perruno agradecimiento. De siempre, en mí, ha pesado mucho más el agradecimiento ante el bien recibido que el rencor por el mal infligid; y si esto era una especie de tónica general en mí, con la doctora Isabel Burgos mi agradecimiento llegó a límites, digamos, que casi estratosféricos, generando en mí un corriente de auténtico cariño, un afecto muy, muy enraizado; verdadero cariño de amigo.
Así que, aunque todavía dentro de la mayor formalidad, con el “Buenos días, doctora” y el apretón de manos al entrar en la consulta, lo cierto es que mi trato hacia ella era cada vez, cada día, más y más cordial, más y más afable, lo que a su vez generó que también ella fuera tendiendo lazos, puentes, de afable cordialidad entre nosotros que, según iba pasando el tiempo, meses, año, fuera tejiéndose entre nosotros una red de casi íntima amistad, cuajada de hondo, profundo, cariño mutuo que, paulatinamente, fue aniquilando esa especie de muralla tras la que se parapetaba la formalidad de nuestro trato, pues aunque en mí siempre fuera más marcado el formalismo y en ella más abierto, su mínima seriedad teníala, marcando distancias claras entre ambos; bueno, pues eso, esa mínima formalidad que los dos manteníamos, fuése a hacer gárgaras en año, año y pico, a casi tres de empezar la relación médico-paciente con tan mal pie
Pues eso, que ...