Bailando, muslo contra muslo
Fecha: 17/06/2018,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: magali, Fuente: CuentoRelatos
A mí personalmente me gusta mucho leer y dentro de la lectura soy muy aficionada a la literatura erótica, en el último libro que he leído “Dentro y fuera de la Cama” de Megan Hart, llegó un momento que me sentí dentro del libro y hay un pasaje al que no he podido resistirme a realizar mi propia versión, está es la que os aporto a continuación, espero que sea la mitad de bueno que el original, el cual os invito a leer.
Nos habían presentado esa misma tarde, en una cena con unos amigos comunes, nos presentaron y la verdad es que “conectamos”, después de la cena fuimos a bailar y a tomar unas copas, como era tarde nuestros respectivos amigos se marcharon alegando esas excusas que suelen dar los amigos casados y con familia a cargo, nosotros decidimos ir a ese sitio de moda en el que ponen una música bailable y unas copas decentes.
Cuando llegamos me preguntaste que quería beber, yo te conteste que “una Coca-light, no bebo alcohol”, Así que eres una buena “chica”, nos acercamos más y te susurre, dependes de los que entiendas por “buena”.
Tu mano se abrió sobre mí cintura, y tu pulgar empezó a juguetear con la tela de mi camisa. ¿Estás dispuesta a hacer lo que yo te diga?
Se me aceleró el corazón cuando me susurraste aquellas palabras al oído. Estábamos muslo contra muslo, vientre contra vientre. Nuestras bocas estaban lo bastante cerca como para besarse. Tu aliento me acariciaba la oreja y el cuello. ”Sí”. Habías deslizado la mano hasta la base de mi espalda, y me ...
... mantenías apretada contra tu cuerpo “Baila conmigo”.
Te apartaste un poco para mirarme a los ojos. Tu mirada reflejaba un brillo de deseo inconfundible. Tu mano seguía posada en mi espalda. ¿Es eso lo que quieres? —intenté parecer seductora, incitante, pero mis palabras reflejaron cierta timidez.
Asentiste con expresión seria. En ese momento, sólo era capaz de ver tus ojos fijos en los míos, sólo podía sentir las zonas donde se tocaban nuestros cuerpos.
“Sí, eso es lo que quiero” Te di lo que me pedías. La pista de baile estaba más abarrotada que la barra del bar, así que había menos espacio para poder maniobrar, pero casi nadie estaba bailando de verdad. Algunos saltaban y se contoneaban al ritmo de la música, pero no puede decirse que bailaran.
Me tomaste de la mano, entrelazaste tus dedos con los míos, y me condujiste al centro de la pista. Un paso, y me atrajiste hacia tu cuerpo; otro paso, y tus manos se posaron en mi cintura como si estuvieran hechas a medida para encajar con mis curvas; tres pasos, y tu muslo se deslizó entre los míos. Aquellos puntos de contacto me centraron, me mantuvieron anclada.
Allí no podíamos hablar, no habríamos podido oírnos ni a gritos por culpa de la música. El ritmo iba acompasado con el latido que me retumbaba en la boca del estómago, en la garganta, en las muñecas, en la entrepierna. El gentío se movía a nuestro alrededor como el océano contra las rocas, se dividía y retrocedía antes de rodearnos de nuevo, y nos presionó aún ...