1. Un desahogo desesperado tras el máximo error


    Fecha: 31/12/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Rain1744, Fuente: CuentoRelatos

    ... empezó a decir que quería proponerme para jefa de planta.
    
    Don Antonio era un ejecutivo bastante reputado, tenía 54 años y seis hijos repartidos en tres matrimonios. Me sacó del grupo de amigas y me llevó a una sala vip de la discoteca. Allí me dijo, francamente, que necesitaba argumentos para proponerme. Yo le respondí con evasivas, diciéndole que no sabía a lo que se refería. Él, que ya tenía algunas copas encima, rápidamente se bajó la bragueta del pantalón y me dijo que le hiciera pasar un buen rato. Yo no lo podía creer y me quedé en shock.
    
    Me agarró el cuello con la mano y me bajó la cabeza hasta su pene empalmado. "Dame un lengüetazo", dijo. No vi otra salida. Con miedo me metí su venoso miembro y empecé a chuparlo con la lengua de arriba a abajo, sin manos, jugando con las babas y con su potente miembro. Mi blusa ya estaba entreabierta y empezaban a asomar mis tetas que él no desperdició en sobar con ansiedad. Tras una mamada yo ya estaba ardiendo y me bajé el tanga para montarme encima de él. Mi progresivo movimiento pélvico le excitaba muchísimo y yo noté como sus venas se tensionaban dentro de mí.
    
    Tras pasar por varias posturas, me puse a cuatro patas y él me penetró como si fuera un cowboy. En esa última postura, hubo un momento determinado en el que paró de bombear y acercó su boca a mi oído para susurrarme: "Dime que eres mi cerda! Dímelo". No supe cómo reaccionar. A lo que siguió: "Dímelo o te destrozó a pollazos!". No tenía salida y le dije lo que ...
    ... lo deseaba escuchar "soy tu cerca, sí. Tu mayor puta!"...
    
    No pudo resistirse más y vertió sobre mi espalda una grumosa corrida que terminó con unas sacudidas de su pene contra mis nalgas. Salió de allí con un comentario vejatorio que me dolió más que la propia penetración: "qué guarras sois las rojas, joder".
    
    Sin embargo, lo peor estaba por venir. Sin saber cómo, al día siguiente todo el hospital tenía la grabación. No sé cómo logró grabar nuestra sesión de sexo, pero estaba en todos los móviles de mis compañeros, incluido Felipe. Jamás me volvió a dirigir la palabra. Solo rompió el silencio para decirme que me olvidara de él y que desapareciera de su vida. Estuvo de baja por un tiempo y luego se marchó a Asia. No le he vuelto a ver. El día que rompió conmigo me quedé tan destrozada que intenté saltar por el balcón, pero una amiga que intentaba consolarme logró sujetarme a tiempo.
    
    Esa misma noche salí para abrazarme a la ingratitud de la noche madrileña. Allí, rota por dentro, entré en un bar de mala muerte donde rápidamente pedí varios whiskys que me bebía como si fuera agua. Estaba desesperada. Al otro lado de la barra había un hombre de mi edad, de raza negra y no me quitaba ojo. Parecía un desgraciado que había llegado hasta allí desde otras latitudes para ganarse el pan. No parecía muy afortunado en lo económico.
    
    Tras un cruce de miradas, me levanté hacia él y le agarré del brazo con violencia para llevarlo rápidamente al baño. En cuanto entramos lo empotré ...