Sábado de Gloria
Fecha: 09/01/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Chicles, Fuente: CuentoRelatos
... nalgas.
—Siéntate —me ordenas señalándome la cama con un movimiento de la cabeza.
Cuando estoy sentado en la orilla, te acercas, dejando mis piernas entre las tuyas, me ofreces tu pecho y lo beso en tanto tú te acomodas sentándote y dirigiendo mi pene a tu vagina, la cual está sumamente lubricada. Haces que levante la cara para besarte.
—¡Ah! —dices al momento en que sientes resbalar el pene en tu interior, después de haberte sentado completamente sobre de mí.
Vuelves a ofrecerme las tetas…
—Mámalas, y de la leche no te preocupes, que yo me encargo de la ordeña —precisas con una mirada llena de lascivia, meneándote suavemente antes de comenzar a moverte de arriba abajo.
Te aseguro con mis manos, tomándote de las nalgas y mamo tus flácidas, pero abundantes chiches con mucho deleite. Siento ya el fragor de tu trepidante movimiento, mi erección está al máximo y me contengo para que tú goces el tiempo que requieras.
—¡Éste sí está riquísimo! —gritas celebrando tu primer orgasmo.
Descansas un poco y te pones de pie. Empiezas a levantar la colcha y las sábanas para que nos acostemos. Al poco tiempo quito lo que nos cubre para verte y besar tu cuerpo a mi gusto.
Te mamé gozando con mi lengua, labios y manos de la suavidad de tu pecho, las aureolas oscuras se arriscaban y los pezones erguían pidiendo más caricias de mi lengua. Chupé tu raja deleitándome con el sabor de tu flujo. Gocé de los gemidos y gritos que dabas cuando mi boca jugó con tu clítoris. ...
... Volviste a descansar. Me acosté a tu lado, nariz con nariz, y respiré tu aliento en tanto que mis manos seguían recorriendo tus curvas, jalando tus vellos y remojando mis dedos en tus jugos. Me diste un beso sonoro y te acomodaste boca arriba.
Abriste las piernas y para mí se abrió la Gloria... Te penetré despacio sintiendo el calor de tu rivera húmeda que ansiosa me esperaba. Me moví con gran velocidad hasta hacerte gritar de placer. Dejé que te repusieras.
Al poco rato te puse en cuatro extremidades sobre la cama, en el espejo veía cómo colgaban tu pecho y tu vientre.
—Estás lista para la ordeña, vaquita —dije, pero tal como me lo habías advertido, a quien le sacarían toda la leche sería a mí. Me entregué al frenesí y mi movimiento hacía que tus tetas bailotearan con delicia, hasta que me vine y, entre los resoplidos que daba para jalar aire, me dejé caer sobre tu espalda.
Seguías apoyada en rodillas y manos, te viste en el espejo con mi cuerpo yerto sobre ti, me sonreíste.
—Aguantas mucho… —me dijiste y en tu cara apareció la luna de perlas que tanto me gusta ver... —También me gustó como acariciaste con deseo y disfrutaste con mis chiches —remataste, inclinando tu espalda para que yo cayera en el colchón.
Al rato me pediste que abriera la botella de vino que había llevado para festejar el día tu santo. Lo hice y serví en unas copas que también previsoramente había puesto en el auto.
—¡Con copas! —dijiste sorprendida.
—Sí, aunque al rato tomaré el vino ...