1. No fui expulsada del paraíso por ser infiel


    Fecha: 19/06/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: SandraWK, Fuente: CuentoRelatos

    Es mi intención relatar una experiencia personal, vivida hace ya algunos años, de la cual ya poco me arrepiento, porque siempre he creído que todo tiene su fecha de caducidad y no merece la pena atormentarse por situaciones más o menos desafortunadas que pertenecen al pasado.
    
    En la actualidad soy una mujer felizmente casada, con una familia y una vida asentada, pero cuando tuve este desliz, todavía era muy joven y un poco alocada, en esa edad en la que el sexo contrario parece ejercer una influencia sobrenatural.
    
    Desde el punto de vista de mi físico, jamás he tenido motivo de queja. No soy especialmente alta, pero sí muy bien proporcionada, de preciosos pechos (sobre todo en esos años), muy guapa de cara y con cierto encanto en las maneras. Debido a ello, nunca me ha faltado un hombre al lado y mentiría si dijera que no disfruto con el sexo.
    
    Por ese entonces Carlos, mi actual marido y yo, éramos solamente novios, aunque ya vivíamos juntos, y las cosas no nos iban desde el punto de vista económico especialmente bien, dado que las carreras profesionales de ambos estaban comenzando y no gozábamos de una posición privilegiada. Sin embargo, dos íntimos amigos de Carlos y sus parejas nos invitaron a pasar un fin de semana en una ciudad costera del norte de España y como hacia prácticamente dos años que no nos permitíamos ni vacaciones ni una escapada, decidimos echar la casa por la ventana y disfrutar de la oportunidad.
    
    Debo reconocer que yo estaba encantada y ...
    ... prepare el fin de semana como si de un viaje de novios se tratase. De hecho, la vida cotidiana, el estrés y la rutina merman la actividad sexual, que se vuelve gris y monótona y yo creí que esta sería una oportunidad de oro para hacer los deberes y ponernos de nuevo al día.
    
    Llegamos un viernes por la tarde y nos encontramos con las otras dos parejas, que habían llegado con sus propios coches, en frente del hotel que habíamos reservado. No era gran cosa, pero por lo menos estaba limpio, siendo lo más incómodo el que las tres habitaciones compartían un mismo baño. Tras dejar las maletas, nos arreglamos y salimos a cenar.
    
    Después de la cena estuvimos dando una vuelta por los bares de copas de la ciudad, de modo que Carlos, que siempre ha sido un pésimo bebedor, se pasó de la raya y cuando volvimos al hotel no hizo más que posar la cabeza en la cama y quedarse dormido.
    
    Aquello me sentó a rayos y destrozo todos mis planes. Con el fin de tranquilizarme y despejarme un poco la cabeza del alcohol que había bebido, decidí darme una ducha relajante.
    
    Me acuerdo que fue de aquellas duchas que debieran ser de agua fría, porque prácticamente no podía quitarme la obsesión de la sesión de sexo que me estaba perdiendo por la inoportunidad de mi marido. Estaba tan inmiscuida en mis asuntos que no me percaté de que la puerta del baño se abrió y de que evidentemente no había corrido el cerrojo. Por suerte la cortina de baño me protegía de indiscreciones. Era Andrés, uno de los amigos de ...
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