La sombra de los desconocidos
Fecha: 20/04/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mientras subía las escaleras que daban acceso a la planta alta de La Luna, el culo de Ana lucía en todo su esplendor bajo la fina tela de lino blanco, que no impedía adivinar el tanga negro que acaparaba todas las miradas del resto de los clientes, que, borrachos o no, abarrotaban el local.
Ana era consciente de cuáles eran sus armas, y había aprendido a utilizarlas a modo de AK47, de manera fulminante, con la destreza y seguridad de quien se sabe una experta, y con el orgullo de quien es consciente de que no siempre fue así, de quien valora el trabajo y el esfuerzo, incluso el sacrificio, para llegar al aprendizaje, la experiencia como camino al saber.
Y precisamente eso es lo que había hecho ella en los últimos tiempos: experimentar. Llegar a enfrentarse con todos sus miedos, sus dudad, sus inseguridades, hasta derrotarlos de una manera despiadada, sin ningún tipo de compasión... o eso creía ella.
Yo tropezaba a cada escalón, más producto del alcohol que de la escasa luz que iluminaba el bar, pero aún así me resistía a apartar los ojos de ese culo incomparable que tantas veces había probado, y que ahora aparecía y desaparecía de mi vista. Di gracias a Dios por poder seguir disfrutando de él y a Amancio Ortega por fabricar una talla 25 del modelo Cargo Bolsillos que realzaba el culo de Ana hasta convertirlo en una pieza de museo digna de ser exhibida junto a la Venus de Milo o la Victoria de Samotracia. Si a momentos quedaba oculto a mi vista era porque el cuerpo de ...
... Diego, flamante Jefe de Cirugía del Hospital San Millán, se interponía entre nosotros. Yo cerraba el grupo, y delante de nosotros, Laura y Javier encabezaban la comitiva, que se abría paso en busca de un espacio que escaseaba a esas horas y que había que pelearse centímetro a centímetro.
Apenas alcanzado el ecuador de la docena de escaleras que daban acceso a la planta de arriba, ocurrió algo que hizo que la nube de alcohol que se había instalado en mi cabeza se desvaneciera en un instante y que mis sentidos, aunque de manera vaga y vacilante, volvieran a mi ser; la mano de Diego se plantaba con total desfachatez y ningún disimulo en el culo de Ana. No era una leve caricia o un roce sutil, era un sobeteo inequívoco y descarado que comenzaba en la parte baja de su nalga derecha y abarcaba todo el espacio posible hasta adentrarse en su raja y convertirse en una prolongación exterior de su tanga. Ana se giró y por toda respuesta le dedicó una amplia sonrisa, mostrándole unos dientes blanquísimos y perfectamente alineados. Subió otro escalón, pero un ZAS audible desde donde me encontraba hizo que se girase de nuevo. El azote que le había propinado Diego a modo de desafío hizo que por un momento temiera que aquella escena fuera a terminar con otro ZAS aún más sonoro en forma de bofetón. Si había algo que Ana siempre había odiado era que le azotaran el culo. Decía que resultaba humillante y que si quería una mujer sumisa era mejor que fuera buscando una geisha. Si alguna vez lo ...