1. La primera humillación


    Fecha: 01/07/2023, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... la lengua los ratones?
    
    Dos cachetadas más.
    
    Era duras y firmes. Mis mejillas se pusieron calientes de inmediato.
    
    Me escupió en la cara y me dio dos cachetadas más.
    
    -Si, Señor.- Respondí.
    
    Me tomó del cabello y me bajó la cabeza hacia su entre pierna.
    
    -Chúpemelo.
    
    Se bajó los pantalones y yo me incliné para chupar su pico.
    
    Era un pico grueso, dulce, seco.
    
    Mojé mis labios para poder saborearlo mejor.
    
    Él tocaba mi cabello, lo cuello, lo espalda.
    
    Bajó un poco mi ropa y vio un pequeño tatuaje con forma de triskel celta.
    
    - ¿Y eso? ¿Se lo hizo hace poco?
    
    -Hace unos meses. - Respondí.
    
    -No dejes de chuparme el pico cuándo me respondas. ¿Es por el BDSM?
    
    -No, cuándo me lo hice no conocía el BDSM.
    
    - Interesante.
    
    Seguí chupando profundamente, lo escuchaba gemir y eso me excitaba aún más.
    
    Me daban ganas de devorarle aún con más ganas el pico, chupárselo todo y quedarme ahí, con la boca llena y la zorra mojada.
    
    Yo lo chupaba cómo a un dulce. Subía y bajaba, succionaba su glande y jugaba con mi lengua ahí.
    
    No pasaron tantos minutos cuándo sentí que sus gemidos eran aún mucho más rápidos y fuertes, más secos, más graves. Podía sentir cómo se movía su pico en mi boca, temblaba y cómo un líquido comenzaba a subir dejándome la boca llena.
    
    - Exquisito. ¿Acabó?. - Preguntó.
    
    - No.
    
    - ...
    ... Pajéese.
    
    - ¿Aquí?
    
    - Si, delante mío. Quiero verla, sentirla, escucharla. Hágalo ahora.
    
    Me bajé los pantalones y comencé a tocarme. Mi zorra ya estaba mojada por chupar pico, pero no había alcanzado el orgasmo.
    
    - Hágalo mejor, con más ganas.
    
    Moví mis dedos firmemente alrededor de mi clítoris, masajeando hacia abajo, introduciéndolos en mi zorra acuosa, inundada. Sentía un calor recorriendo mi cuerpo, mis mejillas, mi zorra.
    
    Me pajeaba y gemía. No podía correrme.
    
    - Córrase.
    
    - No puedo.
    
    - Córrase le digo.
    
    - Es que no puedo.
    
    - CÓRRASE, AHORA YA.
    
    - No puedo, no puedo correrme.
    
    Pasó su brazo delante mío y abrió la puerta del vehículo, la del copiloto dónde estaba sentada.
    
    Afuera llovía y frente a nosotros, a una cuadra, había un grupo de jóvenes fumando.
    
    - Córrase ahora o se baja del auto y tendrá que correrse en la calle, mientras todos la ven.
    
    No sabía qué era eso. Una sensación completamente nueva. Una especie de vergüenza y pudor, pero que al mismo tiempo me excitaba.
    
    Una persona comenzó a mirar hacia dónde nos encontrábamos, para ver que ocurría.
    
    Mientras notaba cómo trataba de mirar, más me excitaba, más gozaba, más se me hinchaba el clítoris y sentía un temblor entre mis piernas.
    
    - Ay! Me corro, si me corro. Me corro. - Gritaba y me revolcaba en el asiento.
    
    Él cerró la puerta del auto. 
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