1. La tía madura se la pone al sobrino dura


    Fecha: 20/07/2023, Categorías: Bisexuales Autor: Kiko, Fuente: CuentoRelatos

    ... embarcado.
    
    Le miré para las piernas. Bernarda las abrió un poquito más y vi su coño, más bien sus pelos. Mi tía venía sin bragas y a por todas. Le dije:
    
    -Y el tuyo en Alemania.
    
    La pilló por el aire.
    
    -Por eso sé que tiene ganas. ¿Se las quitaste?
    
    -No soy cómo Jacinto. ¿Tienes un antojo en la nalga derecha, tía?
    
    Mi tía se puso seria. Su voz se embruteció. Fue como si le picara una avispa en todo el coño, me dijo:
    
    -¡Hijo de puta!
    
    No sabía si me lo llamara a mí o a Jacinto, le pregunté:
    
    -¡¿Quien?!
    
    -Jacinto. ¿Quién más lo sabe?
    
    -Angelita, y también sabe una historia muy caliente de lo que hiciste en tu despedida de soltera. ¿Qué historia es esa?
    
    -¡A ese puto cabrón lo capo!
    
    -¿Tan compremetedora es la historia?
    
    -¿No te la contó?
    
    -No.
    
    -Pues yo tampoco te la voy a contar.
    
    Yo ya sabía la historia pero dejé que se fuera cociendo en su propio jugo. Le dije:
    
    -Sí me la cuentas te digo que pasó con mi prima.
    
    -¿Follaste con ella?
    
    -Puede que sí, puede que no.
    
    -Es que tarde o temprano me va a llamar puta. Quiero tener algo con que defenderme.
    
    -Cuenta esa historia y te aseguro que no te va a poder llamar puta.
    
    -La follaste.
    
    -Cuenta.
    
    -Vale, te cuento, pero cómo te calientes y me quieras follar vas a tener un problema.
    
    -Cuando lleguemos a esa fuente ya veremos si está seca o si echa agua.
    
    -¡Ahí me has dado! Te cuento. Fue hace muchos años. Ya cayera la noche, pero la luna llena permitía ver con relativa claridad. ...
    ... Estábamos en el monte. Felisa, la de Tino, Adela, la del carpintero y yo. Celebrábamos mi despedida de soltera. Contábamos chistes verdes. Nos reíamos y nos hacíamos cosquillas al acabar de contar los chistes. Ya teníamos las tres botellas de vino blanco por la mitad. Estábamos contentillas, y algo cachondas, ya que al hacernos las cosquillas, las manos también se nos iban al coño y a las tetas. Vimos venir a Ramón, un cuarentón del montón que estaba borracho día y noche. Traía un garrote en la mano para cazar conejos. Al ver cómo le hacía cosquillas a Adela en una teta, dijo:
    
    -"Lo que necesita esa no son cosquillas."
    
    -Nos miramos las unas a las otras. Nos levantamos, y al grito de: ¡"A salársela!", corrimos hacia él. Nuestras tetas iban de abajo a arriba y de arriba a abajo: ¡Pim, plas, pim, plas...! Corríamos con los brazos estirados cómo si fuéramos serpientes que se iban a enrollar en su cuerpo. Le debimos parecer tres salidas, pero no reculó. Al chocar las tetas de Felisa contra Ramón, que de aquella era flacucho, dio con los huesos en la hierba. Felisa le puso las dos manos en el pecho, Adela le bajó los pantalones y los calzoncillos y yo le salé la polla con hierbas y tierra, o sea, que se la froté con la mezcla. Pasó lo que no esperaba que fuese a pasar.
    
    La polla aumentó en tamaño unas veinte veces y se puso gorda y muy larga. Era una cosa seria. Daba miedo verla. Nos separamos las tres de él como si tuviera la lepra. Ramón se sentó y con cara de picarón, nos ...
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