1. Caperucita y Feroz - Parte I


    Fecha: 28/06/2018, Categorías: Gays Autor: priscilla69, Fuente: CuentoRelatos

    ... bien.
    
    —¡Vaya, vaya! A juzgar por las medicinas que llevas en el bolso, y la forma en que lo dices, deduzco que tú marido debe encontrarse muy mal. ¡Fatal, fatal! Y, ¿Cómo vas a tú casa?
    
    —Andando. No vivo muy lejos, y así de paso doy un paseo. No me importa hacer ejercicio.
    
    —Mmm…! A mí tampoco
    
    —¡Uff…!
    
    Priscilla ya no sabe dónde meterse. Se está derritiendo por momentos. Nota como las escuetas braguitas que intentan tapar sus partes más íntimas, se humedecen por momentos y ya chorrean levemente por la entrepierna.
    
    —Y, ¿no te apetecería que te acompañara en mi coche? ¿No es un poco peligroso que una nena tan bonita ande solita a estas horas?
    
    En parte tiene razón. La casa está un poco apartada del pueblo. Pero ella intenta hacerse la estrecha.
    
    —No, no. ¡Gracias!
    
    —Como digas, guapa. No puedo obligarte a hacer nada que no quieras.
    
    —¡Joder!
    
    Exclama desesperada pensando que todo acaba, sin haber empezado.
    
    —¿Qué has dicho? Para ser una niña tan guapa, acabas de pronunciar una palabra muy fea.
    
    Su voz es tan sensual y aterciopelada como el caramelo derramándose sobre un helado de vainilla.
    
    Priscilla deja a Feroz y se aleja calle abajo, como alma que lleva al diablo.
    
    Se siente muy vacía, pues la historia que podría haberse convertido en una noche lujuriosa y desenfrenada, no ha llegado a buen fin.
    
    Por no decir, que a nada de nada.
    
    De camino a casa, entra en una licorería y compra una botella de absenta. Necesita animarse y cree que ...
    ... con un poco de alcohol logrará ese propósito.
    
    Cuando va a cruzar la calle, un Ferrari amarillo le corta el paso. Baja la ventanilla y aparece Feroz. Aunque sólo se limita a saludarla.
    
    —¡Hasta pronto!
    
    Se aleja a toda velocidad, dejando de nuevo a Priscilla desamparada y sedienta de sexo.
    
    Una hora más tarde llega a su casa.
    
    La botella de Absenta está prácticamente vacía.
    
    Tarda varios minutos en abrir la puerta, ya que lo ve todo doble y le ha costado mucho adivinar la posición correcta de la llave en la cerradura.
    
    De camino al dormitorio se desprende de los zapatos y la ropa.
    
    Un reguero de prendas marca el recorrido hacia la cama.
    
    Retira las mantas y se mete dentro, tapándose hasta el cuello. Se agarra con fuerza al colchón, pues la cabeza le da vueltas.
    
    De golpe y con un solo movimiento, el marido se le echa encima.
    
    Por el tamaño y dureza del miembro, deduce que este quiere guerra.
    
    ¿Quién lo iba a decir?
    
    —¡Priscilla!¡Priscilla!
    
    Susurra su nombre suavemente al oído, mientras que con su mano derecha le acaricia el pezón, dibujando círculos con el pulgar.
    
    Esa boca llena de sensualidad, baja lentamente por su cuello hasta su otro pezón describiendo círculos con su cálida saliva a su alrededor. Lo agarra con fuerza entre sus dientes, provocando un dolor leve y soportable, cargado de erotismo.
    
    —¡Ah…!
    
    —¿Te duele?
    
    Esto jamás me había pasado contigo.
    
    Responde a su pregunta entre jadeos y con los pezones duros, como timbres de ...