1. Mi hermana, mi ama 2


    Fecha: 29/06/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... un mes después de la desaparición nos llamaron al cuartelillo para decirnos que habían encontrado a padre, ahorcado en un árbol, en la sierra. La verdad, no me afectó, me sentía aliviado y madre también debía sentir lo mismo. No lloró. Por alguna extraña razón Lidia si lo hizo, la trágica muerte de padre fue un duro golpe para ella. Supongo que se sentía culpable por haber sido la causante de la desgracia. El ajetreo del entierro, fuera del camposanto, en la zona reservada a los no cristianos. Los vecinos entrando y saliendo a darnos el pésame. Fueron unos días de locura. Lidia se encerró en el cuarto y no quería salir ni ver a nadie, solo yo entraba a llevarle algo de comer y a dormir por la noche. Dormía en mi cama, conmigo. En cuanto la calma de la noche invadía la casa, se pegaba a mi cuerpo, cogía mi verga y me obligaba a follarla una y otra vez hasta el agotamiento. Decía que era la única forma de poder dormir. Pasados unos días madre nos llamó a la cocina. — Tenemos que marcharnos del pueblo. Aquí ya no podemos seguir, sin el jornal de padre, solo con lo que saco limpiando no nos llega para vivir. Me han ofrecido un buen precio por la casa y el huerto de padre y pienso vender. Con ese dinero buscaremos algo donde vivir en la capital y nos sostendremos hasta que encontremos trabajo. El semblante de Lidia cambió. A mejor. Le gustaba la idea de irnos a Valencia. Así nos vimos en la gran ciudad, viviendo en un pisito de alquiler con dos habitaciones, saloncito, cocina y ...
    ... baño. Por fin agua corriente, ducha, WC… Al tener solo dos dormitorios, madre se quedó con el pequeño y lidia quiso compartir el grande conmigo. Tenía una cama de matrimonio. Madre no lo veía bien, pero la alternativa era dormir ellas dos juntas y sabia que Lidia le metería mano. Madre encontró pronto trabajo como limpiadora, en un bloque de viviendas y Lidia en una tienda, como dependienta. Me contaba lo que le hacia el dueño cuando cerraban por la noche. Algunas veces se la llevaba a cenar, de copas y a follar en un apartamento que tenía en el Cabañal. Como ella le contara que también se lo hacía conmigo, el hombre quiso conocerme. Una noche, mientras ella me masturbaba, me propuso llevarme con Oscar, así se llamaba su jefe. Pocos días después, al llegar por la noche a casa, me dijo que al día siguiente, por la tarde, me esperaban en un bar, en la Avenida del Puerto. Llegué con tiempo de sobra, la barra, situada a la izquierda del local, estaba atendida por una chica, morena, muy guapa. Me sirvió un café y se puso a charlar conmigo. Entró un parroquiano mal encarado, que empezó a gastarle bromas de mal gusto y querer cogerle las tetas. La muchacha se alejaba del tipo y se acercaba a mí, sin prestarle atención. El otro le pide un cigarro, ella le dice que no tiene, me mira, la miro y le digo: — ¿Me puede dar un cigarro, señorita? Yo no fumaba, era solo por fastidiar al estúpido. — ¡A ti sí te lo doy! ¡Toma! Se lleva el pitillo a su boca y lo enciende, después lo coloca en mis ...
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