El regalo
Fecha: 06/09/2023,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... cuando vi que la puerta se abría unos centímetros, la chica estaba tan caliente que no hubiese oído un terremoto, por una vez yo era la observada y no al revés. Leo se quedo allí un buen rato, luego lo primero que me dijo fue que si no hubiese tenido la regla se hubiese unido y habríamos tenido fruta gratis el resto de nuestras vidas. La chica se fue a eso de las doce. Quedamos en que había que repetirlo. Por suerte, para ella fue solo sexo, porque yo lo había pasado bien pero nada más. La despedí y me fui disparada a meterme en cama con Leo. Me soltó lo del trió nada más entrar. Ella me estaba esperando, le pregunte si quería que me diese una ducha y ella contesto comiéndome la boca y lamiendo mi cara. Deliciosa, me dijo, sabe a fruta. Estábamos solas, nadie podía oírnos, pero en cama siempre hablábamos bajito.
-Ana. Pero tú no eras hetero?
-Leo. Y lo soy, me susurro. Entre miles de millones de mujeres solo me gustas tú, eso es ser hetero con un pequeño tropiezo.
-Ana. Y lo de que te hubieses hecho un trió con mi amiga?
-Leo. Ya, pero te habría pedido permiso. Sería más un halago hacia a ti que otra cosa.
Me hablaba en un tono que me recordaba a la casi niña que conocí años atrás cuando comenzamos a vivir juntas. Era casi imposible hablar en serio con ella sobre nosotras, enamorarme hubiese sido una locura, ni ella misma tenía claro lo que sentía por mi y, si lo tenía, no encajaba en ninguna convención social para definirlo. No había palabra en el diccionario ...
... para adjudicarle a lo nuestro, éramos novias, amigas, hermanas o nada de eso.
A la mañana siguiente estaba claro que nadie me subía al paraíso como Leo. Nos despertamos abrazadas, era sábado y estuvo jugando con mi rajita durante más de una hora, me llevaba casi hasta el orgasmo y paraba cuando estaba a un solo roce de explotar. Dejaba que me enfriase un poco y volvía a la carga, escuchaba mi respiración, su boca y sus dedos mandaban en mi vagina, me aceleraba y frenaba como si fuese un simple mecanismo en sus manos, ella estaba en mi cerebro. Llegaba a un punto en que yo intentaba acercar la mano a mi clítoris y correrme ya de una vez porque no podía más pero ella, que era más fuerte, me agarró con firmeza y me ordenó darme la vuelta. Estuvo acariciando mi culo varios minutos, vigilaba mis brazos para que no los acercara a mi vulva. Con su lengua empezó a lamerme el ojete con mucho cuidado y untando sus dedos en mi conito se los lubricaba tan bien que sin necesidad de crema hidratante enseguida acabo metiéndome dos de sus dedos por detrás. Era toda una experta los metía y quitaba con total facilidad. Mi vagina se beneficiaba de cómo me follaban aquellos dos dedos y yo movía mis caderas como si fuese un caballo salvaje, Leo ponía todo el peso de su cuerpo sobre mi espalda y sujetaba mi brazo derecho pero ni así podía contenerme. Yo le suplicaba correrme ya pero ella se acercaba a mi oído y me decía que no quería que aquello se acabase nunca y eso me calentaba todavía más. ...