1. Las confesiones de Jorgito (3)


    Fecha: 13/07/2018, Categorías: Confesiones Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    Ya dije que soy muy tímido y muy vergonzoso, pero me faltó decir que soy también muy asustadizo y eso de ir a casa del señor Manuel me dio miedo al principio.
    
    Esa noche la pasé pensando en esa invitación y casi no pude dormir. Mi ánimo iba desde el miedo a las ganas, de las ganas al miedo hasta que cuando llegó la hora decidí ir movido por mis ganas de pene, de volver a gozar en brazos del señor Manuel.
    
    Él cerraba el local a las ocho de la noche, así que me presenté allí diez minutos antes, cuando el señor del sex shop estaba atendiendo a un cliente.
    
    -Ya estoy con vos… -me dijo aparentado no conocerme. El cliente, un muchacho joven, me miró por sobre su hombro derecho, pero sin darme ninguna importancia. Poco después se fue y el señor Manuel dio por terminada la jornada de trabajo. Me dio un beso en la boca, me palpó las nalgas mientras emitía una risita y una vez afuera me dijo mientras cerraba la puerta con candado:
    
    -Estás cada vez más lindo…
    
    -Ay, gracias, señor Manuel… -le contesté poniéndome colorado.
    
    Mientras íbamos en su auto no paró de sobarme los muslos y yo, a favor de los vidrios polarizados que no dejaban ver nada desde afuera, eché mano a su pene que él había sacado del pantalón. Se lo puse bien duro y una vez hasta me atreví a inclinarme y besárselo.
    
    -No, lindo, no… dejá que vamos a chocar si seguís con eso…
    
    -¿Falta mucho para llegar, señor?
    
    -No, cinco minutos… -me alentó. –Tenés ganas, ¿eh, lindo?
    
    -Sí, señor… ¡muchas ganas!... ...
    ... –reconocí.
    
    -No te vas a quedar con hambre, te lo aseguro, lindo… dijo él y emitió una risita.
    
    El señor Manuel vive en el quinto piso a la calle de un edificio de ocho plantas ubicado en una calle tranquila.
    
    Subimos al apartamento y mientras me estaba proponiendo que pidiéramos una pizza para cenar sonó el portero eléctrico.
    
    -¡Ay! –me inquieté. ¡¿quién puede ser, señor?!...
    
    -Tranquilito… -es un amigo, gente de confianza… Ya te dije que no te vas a quedar con hambre… -y otra vez esa risita.
    
    -Ya bajo, Enrique… Sí, sí, está acá… - le escuché decir a través del portero eléctrico… y la risita.
    
    Me puse nervioso y hasta me asusté, pero no había vuelta atrás. El señor Manuel había bajado a abrirle la puerta del edificio al tal Enrique y poco después estaría yo en manos de dos hombres, porque no me quedaban dudas de que ése era el plan.
    
    En los pocos instantes que transcurrieron hasta el regreso del señor Manuel con su amigo mi ánimo fue del miedo a la expectativa y la excitación. Por fin me encontré ante ambos madurones, porque el visitante resulté ser más o menos de la misma edad que el señor Manuel. Un poco más alto que el dueño de casa, calvo, de rostro afilado y contextura delgada, me comió con los ojos apenas verme, mientras el señor Manuel le decía: -Él es Jorgito…
    
    El hombre se acercó a mí, me besó en la mejilla, muy cerca de la boca y al separarse dijo:
    
    -Es un gusto, Jorgito… sos muy lindo… -dijo directamente.
    
    -¿Viste? –intervino el señor Manuel. –Te ...
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