Afortunado
Fecha: 17/07/2018,
Categorías:
Voyerismo
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... Gonzalo que está de viaje en Brasil, así que me deja solo con ella un buen rato. El suficiente.
Repite los ejercicios que ha visto en su hija hace unos minutos, masajeándome los dedos de la mano para estimularlos, mientras me va contando chismorreos del barrio. Como hice días atrás, cierro los ojos y me concentro en su tacto. De nuevo, empieza la función.
Mercedes está incrustada en un vagón de metro o tren en hora punta. Me sorprende, pues dudo mucho que una mujer de su posición haya utilizado alguna vez el transporte público durante los últimos cuarenta años. Viste elegante, con un vestido entallado de una sola pieza azul turquesa, zapatos de tacón Manolo Blahnik, es su marca de cabecera, y las elegantes pero discretas joyas doradas que la caracterizan.
El habitáculo está lleno, pero no es agobiante. Ella está de pie, agarrada a la barra vertical que preside la plataforma. El convoy se detiene en una parada que no sé identificar, se apean un par de viajeros pero entran una decena. Ahora está más lleno, tanto que dos manos más se han agarrado a la barra, hombres ambos, pero sigue manteniendo el suficiente espacio para que no se le echen encima.
El tren reanuda su marcha pero extrañamente ya no se detiene, como si la siguiente estación estuviera a muchos kilómetros de distancia. El hombre que tiene a su izquierda mueve la mano que lo sostiene un poco hacia abajo, hasta que roza la de Mercedes. Ella no dice nada. Él aparenta no haberse dado cuenta. La mujer mira al ...
... frente, aunque debería llamarle la atención, pero no se atreve. Nota los ojos del individuo clavados en su cuerpo, sucios, recorriéndola. Se siente incómoda pero no intimidada. Un hombre corriente como este no tiene nada que hacer ante una dama como ella.
Pero sí lo hace. Mientras su mano izquierda se posa sobre la suya, oprimiéndola en la barra, la derecha se acerca a su muslo hasta que lo toca. Nota claramente dedos procaces acariciándola, ascendiendo por su extremidad. Sabe que debe pararlo, sabe que debe afearle el comportamiento pues esto es un abuso. Pero es incapaz de reaccionar.
La mano ha recorrido el muslo hasta llegar al nacimiento de su nalga. Esto es demasiado, piensa para sí, pero no lo es para él, que abre la mano y toma toda la nalga, meciéndola, sopesándola. En vez de gritar, de apartarla, de abofetearlo, suspira profundamente ante tamaña osadía. ¡Qué se ha creído este cretino!
Se ha creído, sabe, que la mujer que ha entrado en aquel vagón de metro es tan sucia como él y que no lo detendrá hasta que él, ambos, lleguen a puerto.
La desfachatez del individuo es tal que no se contenta con sobarle la nalga izquierda a conciencia. Cambia a la derecha, vuelve a la izquierda, repite en la derecha, para lo que debe moverse un palmo para acercarse más a la nerviosa mujer.
Siente calor, mucho calor. Su respiración se ha acelerado, sus aún bonitos pechos se han hinchado, su entrepierna se ha humedecido. Siente el aliento del hombre cerca de su oído. Pero ...