1. Afortunado


    Fecha: 17/07/2018, Categorías: Voyerismo Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos

    ... no puede evitar separar un poco las piernas cuando la mano del hombre desciende por la parte posterior de su muslo derecho buscando el bajo del vestido. Cuando llega a él, Mercedes se tensa, anhelante aunque temerosa. No debería estar aquí. No es su lugar.
    
    La mano ha atravesado la cabaña. Ahora la siente claramente sobre su piel, ascendiendo. Seguro que la falda también se está alzando, pero mostrar sus piernas a cualquiera que esté al tanto del juego la excita más de lo que la avergüenza. Cuando los dedos llegan a su nalga desnuda se siente morir. Debe reprimir un gemido, que ahoga en su garganta. Los dedos dan paso a la mano entera que vuelve a sopesar la masa aún joven.
    
    Cambia de nalga. Y es entonces cuando el hombre repara en la sucia mujer con que ha topado. No hay ninguna tela que separe ambas carnes, no nota la tira del tanga que esperaba encontrar. La muy zorra ha entrado en el metro sin bragas para que él la sobe a su antojo. Viste como una dama, se comporta como una mujer elegante, pero no es más que una furcia.
    
    El hombre se acerca un poco más a ella, casi sin dejar espacio entre ambos. Se entretiene palpándole las nalgas hasta que decide dar un paso más. Centra la mano para que su dedo corazón se cuele en la raja. Nota el ano pero no se detiene. Continúa hasta que el chapoteo de un coño empapado lo recibe ansioso.
    
    Ahora sí gime Mercedes. Ya no puede evitarlo. Intenta moderarse, ser prudente, pero ¿cómo puedes pedirle prudencia a una zorra que entra en ...
    ... un vagón de metro para ofrecerse al primer pervertido que la asedie?
    
    Abre las piernas un poco, menos de un palmo, suficiente para facilitar la labor del invasor. Este, a través de sus dedos, no se detiene. Acaricia su sexo con calma, introduciendo un dedo, sacándolo, mientras la señora se derrite, gimiendo con ganas, indiferente a los demás viajeros.
    
    No tardará en llegar al orgasmo, lo siente cerca, pero el desencadenante es un gesto aparentemente sutil. La cercanía del hombre ha propiciado que note su aliento cerca de la nuca, cálido, sucio, y que el brazo que lo sujeta a la barra roce ligeramente el poderoso pecho de Mercedes. Tampoco lleva sujetador. Es tan fina la tela que su pezón la atraviesa claramente. Ella gira el torso ligeramente, escasos centímetros, suficientes para que el tenso bíceps del hombre lo roce.
    
    La penetración digital, la masturbación, la está llevando al final del trayecto. La fricción con el enardecido pezón, la hace estallar. Sin poder evitarlo, jadea como una cualquiera mientras sus piernas se tambalean, anegando los dedos del desconocido.
    
    El episodio de mi suegra me deja descolocado. Hay algo que no cuadra en todo esto. No puede ser cierto. Es irreal. El vestido existe, se lo he visto puesto, así como los zapatos, el bolso y las joyas. Pero si ya me parece increíble que la señora Mercedes entre en un vagón de metro, que lo haga sin ropa interior y se deje sobar por un desconocido roza el absurdo.
    
    ***
    
    La tercera semana postrado en ...
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