Afortunado
Fecha: 17/07/2018,
Categorías:
Voyerismo
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... abajo trataría de soltarle un rodillazo en la entrepierna, pero aunque hace el gesto, su extremidad no llega. Lo que sí asoma es la mano derecha del individuo que ha logrado superar la resistencia de las de la chica y cae con brutal violencia sobre su mejilla izquierda. Su cuello gira automáticamente, por poco su cabeza no impacta contra el suelo, y la cara le arde. El sabor metálico de la sangre le anega la garganta. Debe haberme roto algún diente, es capaz de pensar, mientras nota que los brazos van perdiendo fuerza.
El agresor la amenaza de nuevo, estate quieta si no quieres que te haga daño, mostrándole el puño a escasos milímetros de los ojos, mientras aparta las muñecas de la chica con la mano izquierda para proceder a rajar la bata. Por favor, suplica la joven, cerrando los párpados a través de los que caen las primeras lágrimas.
Al tercer tirón el hombre se da por vencido. El tejido es demasiado grueso y no se rompe con la facilidad que esperaba, así que saca una navaja del bolsillo, cuyo brillo en la oscuridad provoca otro grito de la enfermera acompañado de tópicos ruegos, no me hagas daño, por favor. Pero no la clava en la piel. Prefiere perforar el algodón reforzado que se rasga con suma facilidad detrás del que asoma un sujetador blanco, inmaculado. Cuando el filo del arma se cuela entre los juveniles pechos de la chica para rasgar la prenda interior, ésta junta los codos tratando de evitarlo, pero una mirada amenazante del hombre es suficiente para ...
... apartarlos. El tirón es respondido con otro grito que nadie más a parte de ellos dos oye. Sin soltar la navaja, sujeta con dos dedos, las manos del cerdo asqueroso toman los breves pechos amasándolos con agresividad, pellizcándole los rosados pezones.
Desde que asomó el arma, Berta ha cerrado los ojos, incapaz de mirar, evitando sentir como aquel delincuente hace con ella lo que le apetece. No tarda en mover su cuerpo hacia el sur, sentándose ahora sobre los muslos de la joven para cortar también la tela del pantalón. Desciende un poco más, ahora posándose sobre las rodillas para terminar el corte. Por un momento, la chica piensa que ahora es el momento, el escroto del hombre está a tiro de sus rodillas pues ha tenido que incorporarse ligeramente para tirar de la prenda y acabar de rajarla, pero notar el cuchillo tan cerca de su sexo la frena. La aterra fallar y que se lo clave en el corazón de su feminidad.
No ha notado frío cuando le ha arrancado el sujetador, pero cuando su entrepierna queda expuesta nota claramente la corriente de aire que la recorre. El agresor se acomoda entre sus piernas, abriéndoselas para contemplar sediento toda su intimidad, sin que ella oponga la menor resistencia. Que acabe lo antes posible, ruega.
Oye como el hombre se desabrocha la ropa, en un acto interminable, hasta que acomoda su cuerpo al de ella, apunta y, al cuarto empujón, entra. No puede evitar gemir, de dolor, de asco, pero el delincuente le acerca la boca con la que también la ...