Afortunado
Fecha: 17/07/2018,
Categorías:
Voyerismo
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... agrede.
-Venga zorrita, que te va a gustar.
Afortunadamente, la vagina no está completamente seca, así que la penetración no es tan dolorosa como temía. Tampoco el hombre tiene un pene grande por lo que el trago es físicamente soportable. Otro cantar es la melodía que lo acompaña, una serenata de guarradas casi susurradas que la hieren mucho más que la barra de carne.
-Eso es zorrita, eso es, muévete a mi ritmo. Te gusta, te está gustando. Ningún medicucho te ha follado como yo lo estoy haciendo. Por fin te folla un macho de verdad, eso buscabas en el callejón, ¿verdad? una buena polla que te llene ese coñito de zorra que tienes…
Hasta que no llegan los estertores del orgasmo, el hombre no ceja en su retahíla de caricias verbales. Berta nota claramente los disparos en su interior, acompañados de pequeños gemidos, lastimeros, aunque el hombre los confunda con placer.
Besos en el cuello y lametones en la cara son la última humillación que tiene que padecer, antes de que el hombre la abandone, despidiéndola con un sé que te ha gustado zorrita.
Durante unos minutos se queda inmóvil en el suelo, parcialmente desnuda, desmadejada, notando la semilla de aquel hijo de puta en su interior. Poco a poco se va serenando, recobrando una respiración relajada, abriendo los ojos, mirando hacia la entrada del callejón por si alguien viene en su ayuda. Pero está sola.
Vuelve la mirada hacia el cielo, fijándola en la única estrella que asoma en el firmamento. Sus manos ...
... tiran los girones de la bata para taparse, pero cuando lo hace, éstas toman vida propia, soltando la tela y acariciando sus pechos, pellizcándose los durísimos pezones con saña, sintiendo el dolor que le atraviesa el esternón.
Incapaz de apartar la vista de la estrella, su mano derecha recorre su abdomen mientras la izquierda mantiene activos ambos pitones, castigándolos alternativamente. Supera el estómago y recorre el pubis, lentamente pero sin demora, hasta que llega al vértice superior de sus labios vaginales. El dedo índice lo acaricia suavemente hasta superarlo para accionar el clítoris. Una descarga recorre su espina dorsal, del coxis al occipital, arqueándola, separándole las piernas, exponiendo obscenamente su sexo. Como aprendió a hacer en su pronta adolescencia, mientras el dedo gordo se apoya en el pubis y el índice mima el botoncito del placer, los otros tres recorren sus labios de abajo arriba, de arriba abajo, abriéndolos, estimulándolos, hasta que el corazón se adentra en su vagina. Está asquerosamente pringosa, pegajosa, rellena de un flujo invasor mucho más denso de lo habitual.
Su mano izquierda abandona sus mamas para colaborar con la derecha en su expedición. Espera a que los dedos diestros abandonen la cueva para colar los zurdos, pues los primeros viajan por el espacio sórdido de aquel callejón hasta acercarse a los labios de su dueña que se abren y chupan con ansia la ácida semilla del malnacido.
Retornan los derechos mientras los izquierdos son ...