1. Afortunado


    Fecha: 17/07/2018, Categorías: Voyerismo Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos

    ... y tu cerebro nos ha demostrado tener voluntad de regenerar…
    
    -No van por ahí los tiros –la corto balbuceando más que hablando con el aplomo que solía. Y me tiro a la piscina. –¿Se dan casos de alucinaciones o visiones en lesiones como la mía?
    
    -Pueden… -duda –…el cerebro es aún hoy el gran desconocido del cuerpo humano…
    
    Como me cuesta hablar, prefiero realizar un ejercicio práctico pues estoy convencido que será más esclarecedor, así que, cortándola de nuevo, le pido que se levante y se siente en la silla de mi derecha, la que usó Lola en la anterior visita. Me mira sorprendida pero accede. Al tomarla de la mano, me rehúye automáticamente, incómoda pero le pido calma, pues necesito su contacto para explicarle lo que veo.
    
    Tendría cojones que ahora no tuviera ninguna visión, pues quedaría como un loco ante la mujer, pero mi interior, tanto el subconsciente como el consciente no me van a fallar. Lo presiento.
    
    En pocos segundos se enciende el decorado. Textualmente, pues veo un escenario, adusto, de teatro de barrio o de pequeña sala de cine viejo. Se lo voy relatando a la doctora con la lentitud propia de mi estado pero trato de ser descriptivo. Su mano presiona la mía con intensidad cuando comienzo mi relato.
    
    La mujer está de pie, vestida deportivamente, camiseta amarilla, pantalón corto azul y zapatillas blancas, recogiendo su cabello claro en una cola de caballo. Sobre el escenario solamente hay una colchoneta de gimnasio verde militar muy gastada por el uso, ...
    ... al lado de un potro. La doctora mira hacia la colchoneta con intención de realizar una voltereta o algún ejercicio gimnástico pero se detiene a la espera de las indicaciones del maestro que se acerca cruzando el sombrío patio de butacas. El hombre es alto y corpulento pero no parece el típico especimen de sala de fitness, más bien parece el profesor de educación física de la escuela. Al menos viste un chándal del mismo verde que la colchoneta con el nombre de una congregación educativo-religiosa estampado en la espalda.
    
    Le ordena hacer la primera voltereta, con lo que queda sentada de espaldas a él. Ahora la segunda, hacia mí, lo que la deja sentada de cara al docente. De nuevo hacia adelante, de nuevo vuelve. Así media docena de veces, hasta que la chica se detiene cansada, mirando fijamente al profesor, respirando aceleradamente.
    
    -¿Qué miras? –pregunta el hombre, pues la chica ha levantado la vista pero no la ha posado en los ojos de su interlocutor. La ha detenido más abajo, bastante más abajo, donde asoma un bulto que se ha ido hinchando a medida que ella se retorcía sobre el colchón.
    
    Nada, balbucea, pero el docente impone su autoridad apremiándola a responder. Nada, repite avergonzada, hasta que el hombre baja el elástico del pantalón y le muestra un miembro ancho y muy oscuro.
    
    -Mira qué me has obligado a hacer. Ahora deberás pagar por ello.
    
    Lo siento, suena un hilo de voz, pero ella ya sabe qué debe hacer para compensar al señor profesor. Acerca su cuello ...
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