Pecados capitales
Fecha: 26/07/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
GULA
Un maravilloso sabor a caramelo invadió mi paladar con el contacto de su lengua bañada en tan sabrosa golosina, mi lengua continuó su camino cuello a bajo, sin dejar una pizca del merengue cubría su varonil cuerpo, detuve mi boca en sus pezones y de un solo mordisco engullí cada una de las ciruelas que adornaban sus tetitas para continuar bajando lentamente, lamiendo con énfasis hasta su ombligo repleto de jugosa crema de cacahuete
- íSigue! íSigue! Cómete el postre - gritaba con fuerza.
Así lo hice, me metí su dura poya cubierta de nata y miel en la boca y succioné con suavidad pero con fuerza haciéndome con aquel maravilloso alimento, lo mismo hice con sus huevos, bañados en una excelente mermelada de fresa, que hizo las delicias de mi paladar. Acompañaba los movimientos de mi boca y de mil lengua con un acompasado vaivén de mi mano derecha que no tardo en provocar una corrida monumental, en seguida noté como su nardo se retorcía entre mis labios y como su semen comenzaba a escurrirse entre mis dientes.
- íTrágatela! íNo dejes escapar ni una sola gota de mi leche! Así lo hice, de un solo trago hice caer aquel templado líquido resbalando por mi garganta hasta mezclarse en mi interior con los otros magníficos alimentos que habían compuesto tan peculiar banquete.
Cuando desperté Carlos se había marchado, en la sábana todavía quedaban muestras de lo ocurrido durante la noche, que mezcladas con mi recuerdo me obligaron a masturbarme antes de vestirme para ...
... ir a trabajar.
AVARICIA
Como de costumbre llegue tarde a la oficina, junto a la máquina de fichar esperaba con cara de circunstancias el jefe de mi sección.
- Señorita ¿sabe qué hora es?
- Lo siento, el tráficoà ya sabe.
- Tiene un cliente importantísimo esperando desde hace más de media hora, procure que no se vaya sin firmar el contrato, de lo contrario perderá su empleo, estamos hartos de su falta de profesionalidad.
Entre en mi despacho, sentado en la silla, frente a mi escritorio había un hombre maduro, de unos 45 años, vestía un impecable traje gris y llevaba consigo un maletín.
- Lo siento señor.
- Matías, señor Matías.
- Lo siento señor Matías, espero no haberle hecho esperar mucho.
- Tranquila, no me viene de unos minutosà No me habían dicho que me iba a atender una mujer.
No quitaba los ojos del escote de mi blusa, intentaba ver más allá de lo que la tela le permitía, como intentando averiguar donde se escondía el sostén.
- En esta empresa, soy yo la que se ocupa de las relaciones con los clientes más importantes señor Matías - Dije al tiempo que ponía sobre la mesa los documentos que pretendía que firmase - si quiere, podemos leerlo juntos, si llegamos a algún punto que no entienda no tiene más que preguntarlo.
- Creo que no va a ser necesario.
Continuaba desnudándome con la mirada, sus ojos reflejaban un estado de excitación fuera de lo normal.
- ¿Lo ha leído en otra ocasión? ¿firmamos pues?
- Eso dependerá de ti, de ...