1. Él te observa (episodio 2)


    Fecha: 31/07/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... ese orto, pendeja!”. Pobre Ali, ella no tenía la culpa de estar tan buena y de tener un padre tan débil.
    
    Le acabé en la cola: derramé unos buenos chorros de semen sobre sus nalgas. Luego, mientras retiraba mi abundante acabada de la pantalla del monitor, me sentí el más impuro de todos los impuros y el más pajero de todos los pajeros. Sin embargo… ¡cómo había disfrutado de esa paja! ¿Cómo resistirse a ese culo tan perfecto? ¡Por todos los Santos!
    
    De a poco me fui aprendiendo de memoria todo el repertorio de bombachas de mi nena, desde las más inocuas hasta las más sexis; y también todos sus rituales femeninos, desde los más comunes hasta los más excéntricos. Pronto me di cuenta de que de las seis cámaras instaladas en la casa sólo estaba haciendo usufructo de una.
    
    Por esos días comencé a asistir con mayor frecuencia a los partidos de hockey de mi princesa. Durante los juegos permanecía totalmente absorto observando sus delicados pero ágiles movimientos de gacela, contemplando su exigua faldita deportiva y sus torneadas piernas de potranca, que parecían columnas de mármol talladas a mano por algún divino artesano.
    
    Me regocijaba obnubilado ante cada momento de tensión de la férrea musculatura de sus muslos, ante cada gota de sudor que recorría su cuerpo. Se me caía la baba, pero ya no de orgullo, sino de rabioso deseo contenido. Estaba completamente enamorado de mi pequeña. Si hasta me parecía verla correr en sensual cámara lenta. ¿Tendría novio? ¿Quién sería el ...
    ... afortunado de disfrutar ese cuerpo de diosa? ¿Quién se estaría comiendo ese culito apretado?
    
    Les juro que la cantidad de pajas que le estaba dedicando a mi hija ya excedían en número a las que me había hecho en toda mi adolescencia.
    
    Para colmo, mi particular atención hizo que ella se apegara a mí. Sus asiduas demostraciones de cariño abrumaban mi pecaminosa consciencia. A veces me sorprendía por detrás y me abrazaba, rozando sus tetas con contra mis brazos o espalda. A veces se sentaba en mi falda, me decía “papi” y me daba besitos tiernos. En aquellos momentos, en los cuales podía sentir sus acerados glúteos surcando mi muslo, toda mi fuerza de voluntad comenzaba a trabajar para disimular mis erecciones, ya que no podía evitarlas.
    
    Sentía que me estaba resignando ante el deseo incontrolable que gobernaba mi mente en forma diabólica y que me hacía desear a mi hija en forma irrefrenable. Quería cogerla en forma salvaje. Quería hacer con ella todo lo que nunca había podido hacer con su madre. Soñaba con hacerla mi putita. Si no hacía algo urgente para sacarme de la cabeza esos indómitos sentimientos incestuosos me iba a volver loco. Así que me dije “basta”.
    
    Se me ocurrió, como forma de reprimir la fuerte atracción que estaba sintiendo por Ali, continuar con la investigación que había dado origen a mi estado vigilante. Así fue que, durante uno de mis tantos desvelos de alcohol, me dispuse a revisar grabaciones de las cámaras del living y de la habitación matrimonial, las ...
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