1. Él te observa (episodio 2)


    Fecha: 31/07/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... jornadas de ocio absoluto. Se lo veía alternar su visión entre el televisor y su teléfono celular.
    
    Me di cuenta de que esa grabación no tendría nada jugoso para mis intereses debido a que a esa hora era muy probable que Rosario ya se hubiese marchado. Pero justo en el momento en que me disponía a cambiar ese video por el de esa misma mañana, apareció en escena Irene; lo hizo recriminándole a su hijo, con visible molestia, el desorden que éste tenía en el living.
    
    Él ni se dio por aludido y siguió ensimismado en su teléfono. Ella se colocó al lado de la mesa ratona ubicada frente al sofá y se inclinó hacia adelante con el fin de ordenarla. Cuando Daniel levantó la cabeza vio la contundente cola de su madre interponiéndose entre sus ojos y el televisor.
    
    Lejos de protestar por la inoportuna obstrucción, lo que hizo fue acomodar su celular para tomar una foto de esa particular vista, la que luego continuó observando mientras se manoseaba el prominente bulto de su pantalón y se mordía el labio. El pendejo atrevido se estaba excitando con el culo de su madre. Y para mi sorpresa, antes de que ésta terminara su labor, la sorprendió con una fuerte palmada en una nalga.
    
    Ella, perpleja, irguió su cuerpo de un salto y giró sobre sí misma hasta quedar frente a frente con su osado muchacho. Lo quedó mirando con extremo desconcierto. Quedó petrificada, ni siquiera pudo emitir una palabra. Daniel ni se inmutó, siguió acariciándose el bulto mientras le disparaba una lujuriosa ...
    ... mirada, con la cual parecía inspeccionarla de arriba a abajo. Yo no podía creer lo que estaba observando. No podía concebir que el mal nacido desafiara de esa manera a su propia madre; parecía que, con la mirada, la estaba invitando a tener sexo.
    
    Por fin ella reaccionó y se marchó a paso rápido escaleras arriba. Se fue sin decir nada, casi corriendo, asustada por el comportamiento de su hijo, calculé yo. Daniel, lejos de mostrar algún tipo de arrepentimiento, dibujó una sonrisa en su rostro y luego pronunció unas palabras que no llegué a comprender:
    
    –¡La que te regaló el viejo! –gritó levantando su mentón y dirigiendo la mirada hacia la escalera.
    
    Imaginé a Irene llorando desconsolada, encerrada en nuestra habitación, totalmente decepcionada al descubrir que su amado hijo no era más que un vulgar degenerado.
    
    Habrán pasado unos pocos minutos en los que Daniel continuó manoseándose el bulto, seguramente pensando en su madre. De pronto, ésta apareció de nuevo en escena. Al verla, mis ojos casi se me salen la cara, mi cabeza casi se da contra la pantalla. Ella no solamente había vuelto con su impúdico hijo, sino que lo hizo casi desnuda. Tan sólo llevaba puesta la diminuta tanguita que yo le había comprado hacía tiempo, esa que siempre se había negado a usar en nuestros austeros despliegues amorosos. Allí recién comprendí las palabras que Daniel había gritado antes (el bastardo me había llamado viejo).
    
    Irene se acercó a él caminando lentamente, contoneando su cuerpazo en ...
«1...345...»