1. Él te observa (episodio 2)


    Fecha: 31/07/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... forma extremadamente sensual mientras lo miraba con lasciva sonrisa. Jamás la había visto comportarse de esa manera. Jamás había visto esa expresión en su rostro. Daniel se levantó de su asiento y, sin desperdiciar un segundo, la recibió con una buena manoseada de nalgas luego de ponerla en cuatro sobre el sofá.
    
    En más de veinte años, era la primera vez que veía a mi mujer entangada. Su culazo descomunal, enorme y perfectamente redondo, se tragaba completamente la pequeñísima tirita de la tanga. ¡Qué buena que estaba!
    
    Pero si estaba yo sorprendido de ver el espectacular culote de mi esposa en colaless, más me sorprendió ver cómo ella dejaba que su propio hijo se lo tocara a placer. ¡Cómo le manoseaba el orto el pendejo! Se lo amasaba, se lo deformaba, se lo cacheteaba, le hacía lo que quería.
    
    Luego el mocoso se agachó hasta que su rostro se encontró con ese precioso culo y le dio una degustada completa. Su lengua parecía que volaba saboreando las nalgotas de su madre. No pude evitar comenzar a masturbarme nuevamente.
    
    La escena siguió con el arrecho joven metiendo dos dedos entre las nalgas de mi mujer para desenterrarle la tirita de la tanga y dejársela trancada sobre uno de esos enormes cachetes: quería comerle el orto sin inconvenientes. Primero hundió su rostro casi completo entre los glúteos de su madre y sacudió unas cuantas veces su cabeza, luego procedió a enterrarle toda la lengua en el ojete.
    
    El micrófono de la sala comenzó a captar fuertes ...
    ... manifestaciones de placer. Nunca había escuchado a mi esposa gemir de esa manera, ni suspirar como lo hizo cuando Daniel sacó su miembro y se lo enseñó con soberbia. Casi me muero al ver el pedazo de pija que tenía el imberbe (no se la había visto en la grabación anterior pues siempre la había tenido clavada en el ojete de la puta).
    
    Era enorme. Claramente sobrepasaba los veinte centímetros y era tan gruesa como una botella de refresco de 600 mililitros. Me pregunté de quién la habría heredado, o si quizá había alcanzado esas proporciones a puro ejercicio de paja (a esto me refería yo cuando hice mención a su “desproporcionado antebrazo derecho”).
    
    El pendejo se sentó en el sofá, ella se arrodilló frente a él y comenzó a chuparle ese vergajo con la técnica de una chupapijas profesional. ¿Dónde había aprendido a chupar una pija de esa manera? Luego se agarró sus enormes tetas y sitió con ellas la tremenda verga de Daniel para hacerle una rusa como las que yo sólo había visto en películas porno. Cada vez que la cabeza de la pija de su hijo amanecía entre sus pechos, y antes de que ésta volviera a ocultarse, la putona le daba un veloz lengüetazo.
    
    –¡Qué pija que tenés, papito! –le repetía una y otra vez la zorra con una voz de puta que parecía provenir de los mismísimos sótanos del tártaro. En ese momento no parecía ser mi recatada Irene, sino algún tipo de súcubo que la estaba poseyendo.
    
    Pararon más de veinte minutos y el pendejo todavía tenía la pija tan parada como al ...
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