1. Patito feo


    Fecha: 06/08/2018, Categorías: Gays Autor: CalmaSola, Fuente: CuentoRelatos

    Se suele decir que no somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Haré una pequeña variación en esa frase. A veces no somos conscientes de lo que pudimos tener y creíamos que no queríamos, hasta que lo tenemos. Y aunque parezca que no, duele... De pronto te das cuenta del tiempo que has perdido y de todo lo que podías haber vivido e intentas en cada segundo de esa nueva oportunidad sentir por el presente y por el pasado que no disfrutaste.
    
    A veces no vemos las oportunidades, otras veces están ante nuestras narices y no lo cogemos...
    
    A mí me ocurrió la segunda. La veía, claro que la veía. Todos y cada uno de los días. Compañera de clase, compañera de juergas y acontecimientos, amiga de toda la vida...
    
    ¿Por qué creía que no la quería? Simplemente no era mi tipo de mujer...
    
    En esa etapa de la vida en que eres joven, tus hormonas están revolucionadas y la opinión de tus amigos es lo más importante del mundo, no se ve más que lo que los demás te hacen ver.
    
    Todos la apreciábamos como amiga, pero nadie se hubiese "enrollado" con ella. No era guapa, era bajita y estaba bastante "redonda". En muchas ocasiones era el blanco de las bromas pesadas de muchos y de pequeñas "bromas inocentes" por nuestra parte...
    
    Jamás nos lo echó en cara. Ni un reproche, ni una mala mirada, incluso ella misma se reía. ¿Qué pensaba en realidad? Hoy día no quiero ni pensarlo. Sólo sé que ella era todo corazón y simpatía y nosotros unos niñatos crueles. ¿Quién no se merecía ...
    ... a quién? Nosotros a ella desde luego, pero no éramos capaces de verlo...
    
    Cuando el resto de la pandilla se dio cuenta de que yo la gustaba a ella, los vaciles recayeron sobre mí. Y esto hacía que yo poco a poco empezase a tratarla cada vez peor, hasta que llegué despreciarla directamente en público. Cuando estábamos solos, yo era el de siempre, pero si estaban los demás o la ignoraba o la trataba como si fuese un despojo.
    
    No me sentía bien por lo que hacía, pero no podía consentir que mis amigos pensaran ni por un momento que podía existir ni la más mínima posibilidad de que yo sintiese nada por ella. ¡Maldita inmadurez!
    
    Y como siempre, ni una mala palabra por su parte. Sólo agachaba la cabeza y se iba sin decir nada.
    
    ¿Cómo admitir que cada vez que veía que el brillo de sus ojos se apagaba a mí se me encogía el corazón? ¿Cómo admitir que cuando alguien le hacía un mal comentario yo deseaba abrazarla en vez de compartir las risas de los demás? ¿Cómo admitir que el desprecio que yo la mostraba por quedar bien se estaba volviendo contra mi haciendo que secretamente cada día la quisiera más? Me estaba enamorando de ella y mi vanidad impedía que viese lo que mi corazón trataba de enseñarme. El ser más bello del mundo encerrado en un triste caparazón, el tesoro guardado en un baúl de madera sin pulir.
    
    Como suele ocurrir, los tiempos de instituto acaban, cada uno sigue su propia vida y aunque al principio, todos quedábamos de vez en cuando, al final nos separamos del ...
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