1. Mi adorada puta


    Fecha: 27/07/2017, Categorías: Gays Autor: Carlos Zeta, Fuente: CuentoRelatos

    Mi adorada puta:
    
    Te escribo esta carta teniendo dos certezas: La primera: nunca la vas a responder. La segunda: no vas a poder evitar leerla. ¿Cómo lo sé? Porque te conozco. Sos morbosa, como yo, y también sos adicta a los halagos, y sabés bien que acá los vas a encontrar a montones.
    
    A pesar de que ya pasaron casi tres años desde la última vez que te vi, no puedo sacarte de mi cabeza. Y no pasa un día, sin que, al menos durante un fugaz instante, tu imagen nítida, no aparezca en mi mente para embrujarme con tu belleza adictiva. Es que, no sé si será por tonto, o por optimista, o porque te conozco, pero en el fondo guardo la esperanza inviolable de que un día (cualquier día) vas a mandarme un mensaje, con la excusa de que necesitás algún tipo de ayuda, y eso será el reinicio de nuestra retorcida relación.
    
    Es que acaso ¿no fue así como sucedió la última vez? Lo recuerdo perfectamente. Hace un par de días que no te veía con tu pareja. Se te notaba triste. Yo estaba esperando la oportunidad para sacarte conversación. Habían pasado más de dos años desde que nos peleamos, y cada vez que me acercaba, me esquivabas o me mandabas a la mierda. Pero yo sabía que andabas con la guardia baja. Sabía que andabas necesitando un macho que te cuide, y vos sabías perfectamente que yo siempre estaría a tu disposición porque así te lo prometí muchas veces.
    
    Te habías dejado el pelo con el color natural: castaño claro, ondulado, no muy largo. Llevabas una calza negra que te quedaba ...
    ... perfecta, y te marcaba exquisitamente las formas de tus piernas torneadas y tu culo que parecía esculpido por los artistas más precisos y libidinosos del planeta. Tu piel blanca siempre me llamó la atención. Es una piel difícil de encontrar en los barrios que suelo frecuentar. Una piel heredada de Europa, y cuidada con la delicadeza que se le enseña a las chicas bien de Barrio Norte. Pero vos sos mucho más que esas chetas estereotipadas. Vos eras un infierno.
    
    Antes de que yo me decida a importunarte con un saludo, y con una conversación aburrida, fuiste vos la que me habló. Me pediste mi número, y antes de que yo te lo pueda dar dijiste “No, pará, ya lo tengo”.
    
    Me puso eufórico saber que todavía conservabas mi número, pero más eufórico me puso recibir un mensaje tuyo. Era un mensaje carente de afecto, muy preciso, y sin vueltas, pero un mensaje tuyo al fin: “Estoy con muchos problemas económicos, ¿me podés ayudar?”
    
    Eras una puta interesada, pero así y todo me hizo feliz que te pusieras en contacto conmigo de nuevo. Te dije que sí, que podía ayudarte. Me mandaste otro mensaje con tu número de cuenta bancaria. Yo me reí para mis adentros, ni en sueños te la haría tan fácil. Te contesté que no podía hacer transferencias, porque nunca habilité esa opción en mi cuenta bancaria. “Bueno, ¿Me la mandarías en un sobre por favor?” respondiste, esquiva. “Prefiero llevártela personalmente, no quiero que el sobre se extravíe” te escribí. “Dejásela a la encargada, es de confianza, por ...
«1234»