1. Mi adorada puta


    Fecha: 27/07/2017, Categorías: Gays Autor: Carlos Zeta, Fuente: CuentoRelatos

    ... favor, lo necesito con urgencia”. Dijiste luego. Ignoré tu alusión a la encargada, esa vieja chusma. “a la tarde te la llevo personalmente” te respondí, tajante. A lo que contestaste con un gracias, y una carita sonriente.
    
    ¿Te acordás de esa tarde, no?, ¿de verdad pensabas que iba a desaprovechar una oportunidad como esa?, ¿Que te iba a mandar el dinero en un sobre, para que luego vuelvas a ignorarme? Ni loco.
    
    Fui hasta tu departamento cuando el sol ya se quería ocultar. Sólo la oscuridad sería testigo de mi lujuria y de tu rendición. Te toqué el timbre. Abriste la puerta, apenas, estabas con un vestido azul, suelto. Parecía que pensabas salir apenas te deshicieras de mí. Te mantuviste en el umbral de la puerta, que estaba abierta solo lo suficiente como para dejar salir tu pequeño cuerpo. Pero yo empujé la puerta, y entré, como pancho por mi casa. “Vení, contá la plata” te dije. “No hace falta” me dijiste. “Lo que sea que hayas traído me sirve un montón. No sabés como te lo agradezco” se notaba que percibías mis segundas intenciones. Me miraste subrepticiamente y descubriste que detrás de mi bragueta, mi compañero comenzaba a desperezarse. “Te prometo que te lo voy a devolver todo”. Me dijiste.
    
    ¿Qué habrás estado pensando en ese momento? Sin duda sabías que todavía no te había sacado de mi cabeza. ¿Tenías miedo? Probablemente sí. Pero, ¿miedo de mí? ¿De vos misma? ¿De ambos?
    
    Saqué un fajo de billetes del bolcillo de atrás. Los estiré para dártelo, y cuando los ...
    ... ibas a agarrar, los dejé caer al suelo.
    
    Me miraste con recelo. Te habías dado cuenta de que lo hice a propósito, pero aun así te agachaste para recogerlos. Fuiste agarrando uno por uno los billetes, que se habían desparramado. Me encantaba verte humillada a mis pies. Entonces te agarré de la cabellera castaña, te la tironeé, y te hice gritar de dolor. Levantaste la vista, y vi en tus ojos un desprecio mezclado de resignación. “No soy una puta que se va a dejar coger por unos mangos”, me dijiste, con lo que te quedaba de dignidad. “Hoy sí lo sos” te respondí, bajándome el cierre del pantalón, liberando a mi bestia que ya estaba del todo erguida.
    
    “No te la quiero chupar” me dijiste. ¿Te acordás de esa frase putita? Apenas terminaste de decirla, y te tapé la nariz. No aguantaste más de dos segundos y tuviste que respirar por la boca, a lo que aproveché para invadirte con mi pija.
    
    ¡Cómo me gustó tu cara de sorpresa y desidia! Los billetes habían caído de tu mano, que usabas para empujarme inútilmente. Ya estaba adentro tuyo y no pensaba salir de ahí. “Tengo que verme con mi novio” dijiste, cuando tuviste la oportunidad “Por favor, no quiero hacerlo” insististe. Pero si no hubieses querido, no me hubieses buscado justo a mí, para que te ayude ¿cierto, putita?
    
    Lo que siguió fue una coreografía agotadora, pero excitante. Mientras hacías estériles intentos de deshacerte de mí, con tu pobre fuerza de mujercita de cuarenta y cinco quilos, yo me las arreglé para quitarte una a ...