1. La amorosa hija (Parte 7)


    Fecha: 16/08/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos

    ... de inmediato. “¡No pienso pagar 300 dólares porque me peinen!”.
    
    “Sis, te vas a quedar muy bien, papi nos lo dispara. Te vendría bien una arreglada y una pintadita de canas, no seas así. ¡Quiero que te veas guapísima a la noche!”, insistió, pero fue inútil. Estela le aseguró que traía todo lo necesario consigo y que jamás caería en el juego de los carísimos salones de belleza de Nueva York.
    
    “Bueno, pues allá tú”, dijo Anne. “Yo si iré. Quiero lucir bien para la boda y causar una buena impresión”.
    
    “Creo que debemos regresar al hotel y comenzarnos a alistar”, dijo Anne, al ver que era casi medio día.
    
    “Tenemos tiempo de salir a comer algo rico. ¿Qué tal unos hot-dogs de la calle de Nueva York?
    
    “Me parece perfecto. Vamos por papi y Mark. Les encantará”, contestó Estela.
    
    En congruencia con su tamaño, Tomás pidió un hot-dog enorme, con salchicha polaca. Cuando lo abrió para ponerle los aderezos, Anne notó que Estela no quitaba la vista de la gigantesca salchicha y miraba alternadamente la cara de su padre.
    
    Anne notó el detalle. Así la tiene sis, pensó, solo que mil veces más sabrosa.
    
    Cuando salieron del puesto, Anne le dijo a Estela con voz apenas perceptible, cerca de su oído “¿por qué no dejas de estar pensando chingaderas querida?”.
    
    Estela se volteó a mirarla, fingiendo extrañeza.
    
    “La salchicha, no te hagas pendeja”, aclaró Anne.
    
    “Eres una pendeja”, dijo Estela a su hermana, riéndose.
    
    Las dos parejas se dirigieron a sus respectivos cuartos, y ...
    ... descansaron un rato. Anne le contó a papi que le había propuesto a Estela cambiar de habitación, así como su respuesta.
    
    Anne ya tenía listo el vestido. Seguramente Estela también. Se lo midió frente a Tomás, sin ropa interior, desde luego, obteniendo una rotunda aprobación.
    
    Se vistió de nuevo.
    
    “Vamos a que me compres el negligé. Ya lo tengo ubicado. Te va a encantar”.
    
    Al regreso, Anne y Tomás entraron al salón de belleza del hotel. Cuando la sentaron en el sillón, Tomás le dio un beso en la mejilla y regresó al cuarto, no sin antes encargarle al estilista que se la dejara guapísima, previa traducción de Anne.
    
    Casi dos horas después, salió del salón. Decidió hacer escala en el cuarto de Estela y Mark para impresionarla, en primer lugar, y para ver cómo se estaba arreglando.
    
    Al abrir la puerta, Mark quedó boquiabierto por la despampanante estampa de su cuñada. Pasó y Estela volteó a verla, quedando boquiabierta por el deslumbrante maquillaje y su estilo de peinado. Solo le faltaba el atuendo para la boda. Le causó furia y envidia.
    
    “¿A poco no valieron la pena los 300 dólares y 50 de propina, sis?”, dijo Anne, sin que Estela pudiera dejar de apreciar la perfección del maquillaje y las ondas de su rubia cabellera.
    
    Anne se quedó un rato, ayudando a Estela a arreglarse, aunque para esta era difícil disimular su frustración y envidia. Le ayudó lo mejor que pudo. Batalló un poco con el vestido, el cual había comprado haría cosa de tres años y lo había utilizado ...