1. Mi despertar en el metro


    Fecha: 18/08/2018, Categorías: Hetero Autor: Javítelaví, Fuente: CuentoRelatos

    Hace unos días estaba muy cansada porque llevaba varios días sin poder dormir y terminando unos trabajos retrasados muy importantes para mi ascenso. Fueron días frenéticos, pero cuando acabé me quedé muy relajada y tranquila. Me llamo Ruth, por cierto, tengo 39 años y he conseguido el ascenso. Pero lo que voy a contar fue lo que me sucedió el día que entregué el material. Iba a regresar a casa, satisfecha por el trabajo cumplido, para celebrarlo con mi marido y mis dos hijos. No me atreví a coger el coche porque estaba muy cansada, así que cogí el metro (coger aquí no tiene la acepción mexicana, lo digo por si acaso hay lectores de allá).
    
    Iba con mis zapatos de tacón, mis medias oscuras, mi falda un poco por debajo de las rodillas, mi blusa y mi chaqueta de ejecutiva, muy discreta, como siempre suelo ir. No llamo mucho la atención, soy bastante normalita (1’65, no demasiado agraciada en cuanto a cara, peso normal, pecho un poco desmesurado, que me da vergüenza enseñar si no estoy en la intimidad y que cuando salgo me preocupo de disimular, tipo normal, aunque demasiado culo y demasiadas cachas). Hay una estación de metro que me pilla muy cerca de mi casa y está en la línea 6, la circular. Era bastante tarde, pero es una línea bastante segura y era jueves, por lo que mucha gente. Me senté al lado de unas señoras mayores que iban charlando sin parar. Sus voces me adormilaron y cuando me quise dar cuenta estaba profundamente dormida.
    
    Soñé (luego descubrí que no era tanto ...
    ... sueño) que estaba con mi marido cenando y que él me metía la mano debajo de la mesa por mis muslos. Me excité mucho. Mi marido estaba desconocido y me metía mano por todo el cuerpo, sobre todo en mi pecho. Me empezó a besar y a desabrochar la blusa. Mi coño estaba empapado y deseosa de hacer el amor con él. Pero entonces algo falló. Oí una voz que no era la suya decir "me la tengo que follar, tíos".
    
    Entonces me desperté y me descubrí con la blusa desabrochada, el sujetador en mi estómago, mis grandes (talla 115) pechos en las manos de un muchacho, disfrutando de mi palidez, mis pezones sonrosados, lo blandito de su tacto. Me asusté y le aparté con el brazo y me intenté tapar. Estábamos solos en el vagón y a mi alrededor estaban 3 chicos de no más de 18 años. Dos estaban sentados a mi lado, uno magreándome los pechos con ganas y otro que me había bajado las medias y subido la falda hasta la tripa, que me estaba explorando mi cueva, no demasiado bien afeitada, pero mojada del todo.
    
    Me agarraron los brazos y me dijeron que estuviera quieta. El otro estaba con los pantalones en el suelo con su polla a punto de acercarse a mi boca. Una polla que estaba repleta de jugos y que olía a semen fresco, a sexo salvaje y que me volvía loca; no era demasiado grande, pero tenía una forma muy bonita y su glande estaba al máximo. Se habían puesto muy calientes haciéndome de todo y me habían puesto a mí igual de caliente. No le hizo falta repetirme que se la chupara.
    
    Le agarré al mango ...
«123»