Quiero que vuelvan a cogerme así
Fecha: 19/08/2018,
Categorías:
No Consentido
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... bastante osada para la época. Pero yo quería un novio urgente!
Ramiro comenzó a sacarme las medias con mucha delicadeza, pero yo estaba muy nerviosa. Aún me conservaba virgen y no sabía a lo que me enfrentaba. Inicié un forcejeo inútil para que no me sacara la bombacha, pero otro de los chicos lo hizo mientras decía luego de aclararse la garganta:
¡qué tigresa más traviesa, miren con qué facilidad le saqué la bombachita!
También le reconocí la voz. Era un profesor horrible que había tenido en primer año, de apellido Pedroni y con un prontuario de mujeriego intachable. Según mi mejor amiga, el viejo siempre me miraba las tetas.
En ese momento mis nervios se acrecentaron porque ese tipo me daba asco y repulsión, y más cuando lo vi oliendo mi calzón. Después se sentó a mi derecha para desprenderme los botones de la blusa con toda la brusquedad que le fue posible. Intuí que hacía mucho tiempo deseaba verme desnuda, y aquel presagio me causó aún más repugnancia.
En los asientos de adelante otros dos hombres discutían encarnizados, hasta que comprendí lo que tramaban. Abracé a Ramiro engañosamente para llegar al picaporte de la puerta y abrir. Ramiro cayó al suelo y yo encima de él. Era el momento de escapar! Pero enseguida las otras puertas se abrieron con prisa y y dos tipos nos levantaron de un zamarreo. Volvieron a meternos en el auto y trabaron todas las puertas. Yo permanecía encapuchada, y ahora más asustada. Lloré, y eso les provocó una morbosa ternura, ...
... gracias a la que emprendieron su casi olvidado plan.
Me dejaron totalmente desnuda, bajaron del auto, y yo lo hice luego alzada en los brazos de un tipo al que no reconocí, dueño de una gran espalda y buen porte para dirigirnos hacia el río que yo escuchaba desde el auto.
Como yo seguía forcejeando para escaparme, me metieron al río mara que me calme. Me dio tanto frío que sollozaba y tiritaba como enferma. Les pedí que por favor me secaran, y lo hicieron, aunque con sus propios cuerpos desnudos, salvo Ramiro y el profe que conservaban sus calzoncillos.
Me abordaron vivaces y enérgicos sobre las viejas mantas que dispusieron en el suelo lleno de rocas y piedras duras. Por lo general yo siempre estaba encima de uno de ellos, porque no querían que me escape. Me tocaban, me chupaban en lugares que ni yo sabía que existían, me metían dedos por todos lados, y hasta incluso me clavaban la lengua en el ombligo. Al parecer estaba delicioso, porque los cuatro lo saboreaban y lamían.
También me olían embelesados. Se relamían todo el tiempo mientras me acariciaban, y los escuchaba hablar entre ellos a la vez que me amasaban las tetas. Ponían entre ellas algo duro y caliente que, aunque no tenía la certeza de lo que se trataba, lo imaginaba. Eran penes gordos, de músculo y piel, con temperatura y vigorosas formas. Yo solo lloraba en silencio casi todo el rato. No quería pensar que eso los hiciera tan felices, ya que cuando hipaba entre llanto y toses, uno de ellos me metía un dedo ...