1. Quiero que vuelvan a cogerme así


    Fecha: 19/08/2018, Categorías: No Consentido Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... en la vagina y lo disfrutaba por lo que me decía. No sabía si eran insultos o halagos, pero me dolían más que sus manoseos:
    
    ¡dale nena, gozá mamita, dejame que te coja despacito con el dedo, mirá qué lindo agujerito tenés, esto no sirve solo para hacer pipí nenita!
    
    Lo peor estaba por llegar. Uno de ellos casi no había hablado, salvo en la discusión. Pero cuando deslizó que a él le tocaba mi culo, casi me muero de espanto. Era Juan Pablo, el hombre que yo había mirado durante años en silencio, sabiéndolo imposible. Estaba en el último año de ingeniería mecánica. Era hermoso, castaño de ojos pardos, piel morena y estampa de macho rudo, o al menos eso creía yo, que lo guardaba en una cajita de cristal, y vivía en un cuento de hadas.
    
    Juan no paró de hablar con el que me introducía los dedos en la cosita, y se disputaban mi cola con entusiasmo. No podía creer que los hombres fueran capaces de semejantes pactos entre ellos!
    
    Al final apostaron algo que no logré entender y me pusieron boca abajo. Sentí manos por mi espalda, besos, tirones de cabellos, golpes en mi cola con cosas duras, frotadas de pitos en los hombros, dedos pellizcando mis piernas y voces estremeciendo mis pensamientos. Hasta que me colocaron en cuatro patas, me hicieron mover la cola y, a continuación algo pegajoso tocó el agujero de mi culito y lo untaron como a una tostada con mermelada. Sentí cómo se dilataba mi ano, y a pesar de las cosquillitas en mi concha tenía frío y miedo. Solo deseaba ...
    ... correr a mi casa. No soportaba más estar allí con personas que significaban mucho para mí, pero que ahora se habían convertido en mártires de mi terror inocultable.
    
    Juan mencionó mi nombre y me dijo que debía quedarme tranquila, que él sabía que estaba enamorada de él, pero que yo no le interesaba como mujer. Realmente el turro estaba enamorado de mi cola desde hacía tiempo, y no iba a renunciar a un duraznito así. No podía graduarse sin cogerme violentamente el culo sin parar. Esas palabras me desgarraron el corazón. Sentí cómo la furia se apoderaba de mí y lo pateé sin reparar dónde, pero logré que me soltara.
    
    En ese instante me quité la capucha para divisar por dónde estaba. El profesor notó mis intenciones y no quiso dejarme ir. Por eso, antes de que sus brazos me atrapen agarré una piedra del suelo y le acerté a la cabeza.
    
    Corrí y corrí, como no me daban las piernas por el río. Ellos se sumergieron a perseguirme, y aunque corrían más rápido que yo, no contaron con que me acueste y me deje llevar por la corriente como con la naturalidad más inmensa del mundo.
    
    Vi cómo salían del río y subían al auto para no perderme el rastro por las orillas. Supongo que tenían en cuenta las consecuencias si yo llegaba a escaparme y los denunciaba.
    
    Más adelante lograron estacionar el cacharro viejo ese, y se adentraron en las aguas para apresarme con la misma facilidad con la que se mata a una mosca. Me metieron al auto en medio de insultos y agravios por lo tonta que fui al ...
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