1. Tres relatos de sexo (Segunda vuelta)


    Fecha: 25/08/2018, Categorías: Microrelatos, Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... escucha, van a empezar a decir cosas de Gaby, y también de Natalia”. Se la veía muy enojada, pero también parecía tener la necesidad apremiante de cambiar de tema. ¿Por qué? Se preguntó Natalia ¿por qué estabas tan inquieta, Tamara? Cuando terminó con sus cavilaciones, se dio cuenta de que acababa de tocar el timbre del departamento de su profesor. Una certeza implacable se apoderó de ella: “tengo que irme” se dijo. La puerta se abrió. El profesor no dijo nada. Se hizo a un costado. “Tengo que irme” Pensó Natalia. Pero su cuerpo no parecía convenir con su cabeza, dio unos pasos y entró en el departamento. Una mezcla de miedo y excitación hicieron erupción dentro de ella, y la sensación de que algo inminente estaba a punto de suceder la hicieron entrar en un estado similar al de la embriaguez.
    
    “Acá está el trabajo, profe” le dijo, balbuceando, estirando el brazo tembloroso, mientras la puerta se cerraba a su espalda.
    
    El profesor agarró la carpeta y la tiró al piso. Las hojas quedaron desparramadas sobre la cerámica. Se acercó a ella, hasta quedar casi pegados. Le acarició el rostro, y le metió el pulgar en la boca. Mientras, la otra mano se deslizaba por el muslo desnudo. “¿Por qué traje este vestido tan corto?” se preguntaba Natalia, sin obtener una respuesta. “¿y por qué no me puse ropa interior?” se preguntó luego, cuando sintió dos dedos enterrarse en su sexo palpitante.
    
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    Una sincronización perfecta
    
    Ya habían pasado ...
    ... treinta minutos desde que comenzaron. Se veía en el rostro de los cinco hombres una mirada concentrada. Los músculos de las caras estaban contraídos y en sus mejillas y frentes se deslizaban gotitas de sudor que iban a parar al piso, formando un diminuto charco debajo de ellos.
    
    Cada tanto alguno parecía no poder aguantar más. Pero en esos momentos, alguno de sus compañeros lo miraban con una sonrisa fraternal, como diciéndole “Vamos, vos podés”, y entonces el hombre disminuía el ritmo de sus movimientos, y así podía adaptarse a los demás.
    
    La mujer estaba en el piso, tumbada boca arriba. Su marido creía que estaba en casa, limpiando. Nunca había hecho eso, y nunca pensó en hacerlo, pero ver diez mil pesos, todos juntos, fue tentador. Estaba desnuda, igual que los cinco tipos que formaban un círculo a su alrededor. Eran hombres jóvenes, y todos eran diferentes: lampiños, peludos, rubios, morochos, pelados, gordos, flacos, musculosos… sin embargo tenían algo en común: las cinco vergas que ella veía dese abajo, eran hermosas: alguna más gruesa que otra, alguna más corta que otra, alguna más asimétrica, alguna más cabezona… pero todas eran hongos de una base gruesa y venosa. Todas comenzaban a largar el líquido preseminal, cuyo olor ya inundaba la habitación. Y todas se habían alzado en honor a ella. Las cinco vergas erectas como lanzas, y duras como rocas eran las responsables de que se haya convertido en una puta.
    
    La mujer comenzó a acariciarse el clítoris, mientras se ...
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