1. Tres relatos de sexo (Segunda vuelta)


    Fecha: 25/08/2018, Categorías: Microrelatos, Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... mordía el labio inferior. Cuando vio que los machos estaban a punto, abrió la boca y sacó la lengua, moviéndola arriba abajo, como invitándolos a que apunten ahí. “a la cuenta de tres” dijo uno de ellos, y comenzó a contar: “unooo” alguno tuvo que dejar de tocarse para resistir los segundos que faltaban. “dooos” varios de ellos mostraban sus dientes apretados, señal de lo difícil que era seguir reteniendo el semen. “trees” dijo el hombre, y entonces las vergas que la rodeaban expulsaron, simultáneamente, cinco chorros blancos, que salieron con potencia inusitada, y cayeron con una precisión maravillosa sobre el cuerpo de la mujer que esperaba, golosa, la leche de los machos.
    
    Un cálido hilo cayó, justo donde ella quería. Lo saboreó, al mismo tiempo que más chorros poderosos impactaban con su piel. Haber retenido tanto tiempo el orgasmo no fue en vano. La eyaculación fue abundante y varios lograron que sus vergas escupan tres veces sobre ella.
    
    Nunca había estado con tanta leche encima, nunca se había sentido tan puta, y jamás habría imaginado disfrutar de esa humillación. Los cinco hombres se acercaron, y la ayudaron a tragar hasta la última gota de semen.
    
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    Una deuda con muy altos intereses
    
    Gonzalo estaba temblando como una hoja. A pesar de que se encontraba en su propia casa, se sentía extremadamente asustado y nervioso. La presencia de Mario y sus secuaces siempre lo ponían incómodo, pero ahora era mucho peor, y tenía sus ...
    ... motivos para sentirse así, puesto que sabía perfectamente a qué venían esos hombres.
    
    —Vos sabés que soy un tipo muy tolerante, Gonzalo. —le dijo Mario, sentado frente a él en la mesa de la pequeña cocina. El hecho de que lo haya llamado Gonzalo, y no Gonzalito como otras veces, era de por sí, una señal de alarma.— Pero con la plata no se jode. —Siguió diciendo. Gonzalo trató de sostenerle la mirada, pero le resultó imposible. Miró al piso e intentó decir algo.
    
    —Yo te… te voy a pagar Mario, vos sa… sabés que siempre cumplo. — dijo Gonzalo, tartamudeando.— Además te… te juro que es verdad que me robaron.
    
    —Para el fracaso siempre hay excusas. —Dijo Mario. Gonzalo levantó la mirada, y vio los ojos implacables de su acreedor. “No lo voy a convencer” se dijo. Luego observó a los dos hombres que se encontraban parados, flanqueando el cuerpo robusto de Mario. Eran dos tipos que pasaban los veinte años. A diferencia de su jefe, que era corpulento, estos otros eran delgados, pero musculosos. Ambos imitaban la mirada intimidante de Mario, cosa que no vaticinaba nada bueno para Gonzalo.
    
    De repente un sonido interrumpió el silencio incómodo que se había sostenido por unos interminables segundos. La puerta principal se abrió. Se oyeron unos pasos livianos y rápidos, que se dirigieron a la cocina, donde estaban los hombres reunidos. Antes que nada, lo que entró por la puerta fue el perfume fresco y femenino; luego irrumpió ella en esa habitación cargada del sudor frío de Gonzalo, y ...
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