Big guante
Fecha: 30/08/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Maria4manos, Fuente: CuentoRelatos
... él, abultando su trasero hacia la cámara, yo me dejaba ir dulcemente al país del olvido y el placer. Una eyaculación espectacular, que subió hasta mi pecho y goteó hacia mis ingles. Una explosión retenida un tiempo que se me antojó tan lejano, que preferí dejar que todo cayera por su propio peso antes de dignarme a limpiar.
Al día siguiente, bien dormido, vaciado y desayunado, abrí mi consulta de nuevo. Sólo sería una mañana, me dije de mejor humor que nunca. Después tendría todo el fin de semana para… perderlo. Subí la verja y abrí la puerta. La bromelia de mi madre tenía las hojas más verdes que nunca, volvía a entrar luz natural en el local, y en el ambiente reinaba un aroma sutil y desconocido. Una sensación de misterio y erotismo que no encajaban con aquella consulta. Escudriñé con más detenimiento el lugar, pero salvo la planta, no pude apreciar ningún cambio evidente y palpable. Tal vez lo diferente fuera mi propio estado.
Aún no había salido de aquel momento de observación consciente cuando entró una mujer. Alta, garbosa, resuelta. Llevaba unos leggins de leopardo muy ceñidos y una falda de gasa, curiosa mezcla de vuelo y ajustamiento… Mi ojo clínico apreció de inmediato el enorme bolso que portaba: las mujeres con bolsos grandes de asas cortas son clientas seguras. Exceso de peso y mal cargado. Perfecto. Llevaba una lustrosa melena suelta y ondulante sobre sus hombros bien torneados y un busto generoso. La escarpada silueta de sus empeines me hizo recrear ...
... mentalmente una clase sobre ergonomía del calzado… Sin duda una potencial clienta que yo debía, tenía que atraer y mantener.
La atendí con mi mejor sonrisa y la dejé dar todo tipo de explicaciones. Mencionó dolores y molestias varias. Yo lo había anticipado: sobrecarga cervical y trapecios hipersolicitados. Le auguré una buena recuperación y que se pusiera en mis manos cuanto antes. Ahora mismo, casualmente, tenía un hueco disponible si lo deseaba. Un tanto sorprendida y agradecida, atendió a mis consejos. Abrí la sala para ella y mientras preparaba la camilla, la observé apreciar los cuadros de pagodas chinas y paisajes serenos que decoraban la estancia. Nota mental: ella aprecia la tranquilidad, nada de manipulaciones bruscas o vigorosas. En un arranque de inspiración encendí una vela de lavanda y la dejé en la mesita cercana, junto a la crema de masaje. Lo habitual es que se quiten el sostén tumbadas boca abajo, pero ella se desnudó de cintura para arriba sin pudor alguno, y bajó un poco la cintura de su atuendo. Lucía un pecho imponente, turgente, decorado por una marca de minúsculo biquini. Sus enormes pezones oscuros no se inmutaron ante el destape. Se tumbó dócilmente en la camilla. Era evidente que yo no era su primera cita.
Súbitamente, me asaltó una necesidad intempestiva de colocarme el guante multicolor. Vacilé, no podía arruinar una primera consulta. Pero algo me decía que tenía que intentarlo, que a ella le daría igual. Recordé las palabras del misterioso ...