SEXO PROHIBIDO (Que segunda vez...)
Fecha: 30/07/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Hansolcer, Fuente: SexoSinTabues
... hermosas tetas ante mi, su boca al alcance de la mía. Seguía ensartada en mi polla, pero estar abrazados uno frente al otro era sentirnos uno solo. ¿Te gusta mi verga? – dije mirándola a los ojos. Me encanta. ¿Y a usted le gusta mi coñito? – Pregunto. Si amor, me gusta. Me beso de una manera que no supe interpretar si era pasión o amor. Sus labios fundidos a los míos, nuestras lenguas jugando una con otra. – Que rico haces el amor – dijo ahora tuteando y sin quitar esa cara de mujer satisfecha. A si abrazados me separe un poco, le bese los pechos. Le sabían un tanto salados talvez porque estábamos sudados, la excitación quizá, porque la tarde era fresca. Una leve brisa caminaba triunfal entre las ramas del árbol que había en el patio. Porque estábamos en la sala, esa delimitada únicamente por los ventanales de cristal. Si alguien abriera el portón que daba a la calle ni como esconder nuestros cuerpos desnudos y negar que estábamos teniendo sexo aunque ella fuera la hija mayor de mi mujer. Hazme tuya amor, hazme tuya. Quiero sentirte mi hombre – dijo. Sus palabras eran órdenes. Empecé a culear, se la saque casi completa y otra vez para adentro, luego una vez más y así una y otra vez. Alejandra no dejaba de decirme cuán grande la sentía. Sendos pujidos llenaban la sala donde estábamos. Seguíamos abrazados aunque un poco separados, sus tetas moviéndose al compás de la cogida, podía ver como la polla salía viscosa de líquidos para luego desaparecer en aquella vagina que era un ...
... horno. Ella trataba de mover sus caderas como queriendo seguir el ritmo, respiraba agitada, no paraba de decir cuanto le gustaba. Me pedía más, que no me detuviera, que era mi mujer. Soy tuya amor, soy tuya papi. Córrete, acaba en mi amor, dame tu leche. Sino la conociera pensaría que era otra mujer a quien me follaba. Esta no era la mujer callada, introvertida y hasta inocentona que yo veía llegar a mi casa por su hija. Esta no era la hijastra que según sabía se junto con su marido a los 14 para luego casarse cuando cumplió la mayoría de edad. Esta mujer era otra, una a la que la verga la transformaba al igual que a su madre. Sin decirle me entendió cuando quise cambiar posición, rápidamente se bajo de la mesa y se puso con las piernas abiertas, sus manos sobre la mesa misma. Me coloque detrás suyo y acomodándole la verga en su entrada la penetre sin miramiento alguno, hasta que de nuevo la cabeza llegó hasta el fondo de su vagina. Podía sentir el tope, sus paredes internas dándome luz verde en cada estocada. Sus nalgas se movían frente a mis ojos como gelatina, sus pechos como globo balanceándose hasta casi tocar la mesa misma. Doblaba un poco la cabeza talvez para no hacerse daño con el mueble, los pujidos y gemidos ahora eran más fuertes que antes. Sentí que iba a acabar y quizá ella también se dio cuenta. La verga se me había engrosado más de lo normal, la curvatura más pronunciada. Más oscura, morada talvez de tanta sangre en acumulada en las venas. Me detuve un poco y ...