La mujer del disidente (04). El registro
Fecha: 31/07/2017,
Categorías:
Microrelatos,
Autor: Senatore33, Fuente: CuentoRelatos
... detenido tras las palabras del capitán. Totalmente desconcertada se fijó en los dos reclusos.
-A mi me faltan tres, señor, con lo que aún me quedan siete -dijo uno de los reclusos-.
-A mi solo me falta el meñique izquierdo, señor -dijo el otro recluso levantando sus dos brazos y mostrando sus manos a los presentes-.
En efecto, Amalia pudo ver cómo a este hombre la faltaba un dedo, y dirigiendo la mirada al otro recluso también pudo ver cómo le faltaban varias falanges-.
-¿Por qué te falta un dedo, recluso? -le preguntó el capitán-.
-Fue un castigo, señor -respondió el preso-.
-¿Qué hiciste para merecer tal castigo? -le insistió el capitán-.
-Mordí a un agente, señor -contestó el preso-.
-¿Y por qué te falta solo un dedo, recluso? -le preguntó el capitán-.
-Supongo que porque me habré comportado mejor que mi compañero, señor -respondió el recluso, mientras algunos de los policías presentes soltaron unas risas-.
-¿Qué es esto? -preguntó Amalia-. ¿Me estáis amenazando con amputarme dedos si opongo resistencia?
-No, por favor -le contestó el capitán con voz serena-. No osaríamos mutilar a una mujer.
-Y menos aun cuando podemos recurrir a su marido -anunció el teniente, mientras abría otro cajón de la mesa y sacaba un instrumento con una abertura redonda y accionaba varias veces una cuchilla que se abatía cono una guillotina-.
El mero sonido del filo de la guillotina estremeció a Amalia.
-Sirve para dedos y para pollas -explicó el ...
... teniente-. Pero como somos condescendientes, solemos dejar la polla para el final.
-Es injusto, en esta cárcel se tortura -Amalia cayó sobre sus rodillas y lloraba sin parar, con su cabeza gacha y sus manos tapándole la cara-
-No es del todo cierto -afirmó el capitán-. Si un preso se comporta dignamente se le garantiza su seguridad.
-Amalia, elige mano y dedo. Traed al traidor -ordenó el teniente-.
Los cuatro hombres que se habían levantado se dirigieron a la puerta.
-Colaboraré -gritó Amalia antes de que los hombres pudieran salir, esperando que su decisión no la hubiera tomado ya demasiado tarde-.
-Ya has sido muy soberbia e impertinente. Tal comportamiento no puede quedar sin castigo -explicó el teniente-.
-¡Por favor! -exclamó Amalia-. No le hagan daño a mi marido. Ha sido culpa mía, él no ha hecho nada. Colaboraré y haré lo que sea necesario, pero no le hagan daño.
-Tenías que haberlo pensado antes de reaccionar, bonita. Tu actitud merece un castigo -fue la respuesta que obtuvo-.
-Por favor señor -rogó Amalia-. Estoy muy arrepentida, castíguenme a mi.
-El mínimo castigo que aplicamos es el meñique izquierdo -explicó el teniente-.
-No lo sabía, señor -se disculpó ella-. Perdónenme por esta vez. Me servirá de advertencia.
-Lo cierto es que no había sido previamente advertida de la consecuencia que trae la desobediencia -intercedió de nuevo el capitán-. Quizás por ello podríamos rebajarle ligeramente la pena a aplicar.
-Puedo ir donde el ...