Frustrada
Fecha: 27/09/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: dulces.placeres, Fuente: CuentoRelatos
Los primeros rayos del amanecer pegan en mi cara, abro los ojos, bostezo, vuelvo a la realidad, no estoy en mi cuarto, no estoy en mi cama, no estoy con mi pareja.
Repaso rápidamente las últimas veinticuatro horas, me avergüenzo, me cubro con la sábana, casi inconscientemente, qué pensaría mi madre, que diría mi padre.
Parece un campo de batalla luego de pasada la guerra, entre revoltijos nuestros cuerpos permanecen semi desnudos, los restos de la acción se ven por doquier, preservativos, juguetes, veo mi tanga sobre la mesa de luz, me toco, estoy desnuda, apenas con un body suelto que ni siquiera es mío, no recuerdo cuando me lo puse, me pellizco y no, no es un sueño… vuelvo a avergonzarme y siento mis cachetes colorados, solo cinco años de matrimonio y lo tiro por la borda…
Me casé con Roger con veintidós años, él un tanto mayor que yo, casi treinta y fuimos a vivir a un pequeño departamento interno que nos presta una tía solterona suya. Es un departamento de pasillo, confortable, es el número uno, ya que detrás hay otra unidad de dimensiones similares. Fue en esos días cuando conocimos a nuestra vecina Nara, una mujer de la edad de mi esposo, recuerdo que yo solía ver en ella una posible competencia porque era una pelirroja muy bonita, de pecas y ojos miel, de nariz un tanto chata.
Nara se veía como una mujer normal, vestía normal, de estatura normal, tirando a delgada, de esas que tienen busto suficiente, cola suficiente, piernas suficientes, nada exagerado ...
... y todo su cuerpo parecía mantener proporciones adecuadas.
Vivía sola, no la frecuentaban muchas amigas, ella decía que era divorciada pero nunca conocí a su ex, también solían visitarla sus padres, también sabía que tenía un hermano en España que hacía tiempo que no veía.
En estos cinco años nos hicimos amigas, es muy amable, tanto conmigo como con mi esposo y al ir conociéndola fui perdiendo ese tonto miedo a que me robara mi hombre, es una mina noble y siempre estaba dispuesta a escucharme. A todo esto ustedes se preguntarán por qué diablos hablo de mi vecina y que tiene que ver en la historia, pues bien, ahora entenderán.
En estos cinco años de convivencia Roger y yo nos llevábamos en todo de acuerdo, salvo por un detalle no menor por el que discutíamos a menudo, yo tenía una necesidad irresistible de ser madre, pero él no quería saber nada, por el momento su meta era triunfar laboralmente, nuestras posturas estaban cada vez más alejadas y no había forma de acordar. Mis esperas se hacían interminables, tampoco pensaba engañarlo embarazándome a propósito, pero el tema estaba latente.
Las discusiones eran cada vez más fuertes, y cualquier problema menor terminaba siendo motivo suficiente para que el tema central volviera a aflorar.
Nara, mi vecina en este punto jugaba el papel de confidente, ella era mi cable a tierra y muchas veces, al tiempo de discutir con mi marido terminaba en su casa compartiendo una taza de té, ella era quien me consolaba y me pedía un ...