Mi perrito faldero
Fecha: 01/10/2018,
Categorías:
Voyerismo
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... me esperaba un jovencito increíblemente bello al que le gustaban los hombres como yo.
Después comenzó a explayarse con una vocecita encantadora:
-Es que, no sé… Mi papá se murió cuando yo tenía cuatro años… Me acuerdo mucho de él y lo extraño… ¿Será por eso que… que me gustan los hombres mayores?... –me preguntó.
-Muy probablemente, querido. -le confirmé. –Pero no te compliques preguntándote sobre el motivo. -¿Alguna vez estuviste con un señor mayor?
-¡No! –contestó como alarmado. –Tengo muchas ganas, pero… pero tengo mucho miedo también…
-¿Miedo de qué, lindo? –quise saber mientras mi verga estaba ya considerablemente dura.
-Miedo de… de que me duela y aparte de… de tener que… que aceptar que soy gay…
-Sos gay, lindo, y aceptarlo te va a aliviar, te vas a sentir mucho mejor. En cuanto al miedo de que te duela, te va doler al principio, pero si soy yo quien te desvirga lo voy a hacer con cuidado, para que goces después del dolor inicial. –hice una pausa a la espera de algún comentario, pero al ver que callaba seguí hablándole o, mejor dicho, envolviéndolo en una suerte de red que yo iba a tejiendo con mis palabras. Él me escuchaba con la cabeza gacha.
-Seguramente tenés fantasías, ¿cierto? Seguramente te imaginás con un señor mayor… Él señor mayor te hace cosas… ¿Me equivoco, lindo?
-No…
-El señor mayor te mete su pene en la colita, ¿cierto?
-Sí…
-¿Y te duele?
-No… En mis fantasías no me… no me duele, me… me gusta…
-Entonces estás ...
... listo para iniciarte, querido. –lo apuré. –Porque tus fantasías expresan tus deseos y si no te duele y te gusta es que deseás probar, iniciarte por fin.
-Sí, puede ser… -admitió.
-Aceptá que llegó el momento de iniciarte, lindo. Y soy yo quien va a ponerte en el camino.
-Ay, señor… -suspiró él.
Llamé al camarero, aboné la cuenta y le ordené:
-Levantate que nos vamos.
-¿Adónde?… -preguntó mientras obedecía mi orden.
-A mi casa, claro. –le dije tomándolo de un brazo.
-Decime tu nombre. –le ordené ya en la vereda.
-Alejandro… me dicen Ale… -me contestó para después preguntarme:
-¿Y usted cómo se llama?
Con una presión de mis dedos en su brazo lo conminé a andar más rápido y le dije:
-Mi nombre no importa, lindo. Llamame señor.
Me hubiera gustado tener alas para volar camino a mi casa con ese chico al que deseaba tanto. Hicimos en silencio las tres cuadras y en cuanto estuvimos en mi departamento le dije:
-Bueno, te llegó el momento, lindo… -mientras él miraba las bibliotecas, los cuadros en las paredes, la mesa rodeada por cuatro sillas, el sofá cama. Yo lo advertía comprensiblemente nervioso. Iba a ser su primera vez, la puesta en acto de sus fantasías. Por mi parte, si bien estaba muy caliente decidí no apresurarme, paladear lentamente la situación.
Me le acerqué mientras él miraba uno de los cuadros y comencé a acariciarle el culito, que abultaba redondo y tentador bajo el jean. Gimió al sentir mi mano, pero no se movió.
-Te gusta… ...