1. Mi hermana y mi sobrina


    Fecha: 06/10/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... también las de mi hermana. Muchas veces me había masturbado oliéndolas, primero las de mi hermana para calentarme y después las de mi sobrina, lo que me hacía explotar en un orgasmo bestial.
    
    Como es natural, cuando alguien hace algo muchas veces acaba por confiarse y comete un error. Yo un día lo cometí. Bueno al menos eso creí al principio, aunque luego las cosas fueron justo al revés de cómo yo me temí que fueran a ser.
    
    El caso es que un sábado estaba yo en casa de mi hermana por la tarde. Mi sobrina estaba en casa de una vecina. Era poco después de comer y mi hermana estaba adormilada en el sofá. Yo, como casi siempre, estaba muy caliente, así que me fui al cuarto de baño y empecé a buscar en el cesto de la ropa. No había bragas de mi hermana, si no unas de mi sobrina con un dibujito de Snoopy en el frente. Comencé a olerlas y enseguida me vino la imagen de Rocio.
    
    Esa imagen que me ponía mala de calentura y ese olor que también conocía. Me senté en la taza del water, levanté mis faldas, bajé mis bragas y empecé a masturbarme. Estaba yo a punto de correrme cuando de pronto se abrió la puerta. ¡Dios!, yo quería morirme. Se me había olvidado echar el pestillo y allí en la puerta estaba mi hermana.
    
    “Oh ¡perdón!”, dijo al verme en tal situación y cerró la puerta. Yo rápidamente me levante y me quería apresurarme a dejar las bragas de mi sobrina en su sitio. De nuevo y de golpe se abrió la puerta de golpe y era mi hermana entrando rápido hacía mi y con cara de ...
    ... enfado.
    
    “¿Qué haces?”, me dijo mirándome las manos en las que yo trataba de ocultar las bragas. “¿Qué haces con las bragas de Rocio, Isabel?”
    
    Yo me quería morir. Me habían descubierto in fraganti y no podía disimular ni mentir. La vida me había enseñado que lo mejor en estos casos es decir la verdad.
    
    “Perdóname, Sonia, perdóname”, dije bajando los ojos y roja como un tomate y mientras trataba de subirme mis propias bragas.
    
    “¡Te estabas pajeando con las bragas de mi hija! ¡Guarra!”, me increpó.
    
    “Perdóname…”, balbuceé de nuevo.
    
    “Pero…¿por qué?”, preguntó ella.
    
    “Sonia, mi vida, perdóname. Estaba tan caliente….”, dije.
    
    “¿Te pone caliente las bragas de Rocio?”, me preguntó. De pronto había bajado el tono y ya no era de reproche, si no que empezaba a ser de curiosidad. Vi una puerta de esperanza.
    
    “Si Sonia, mi amor, lo siento…Me gustan las mujeres y tu hija no es una excepción….”, dije.
    
    “Pero si es una cria…..”, argumentó.
    
    “Sonia, tu sabes que no es una cría y que está en la edad en la que el sexo te rebosa e inunda todo”, la dije.
    
    “La verdad es que se ha puesto tremenda…..”, dijo ella como pensando en alto.
    
    “¿Verdad?”, pregunté yo intentando buscar complicidad.
    
    De pronto, Sonia, cayó en la cuenta del tema de las bragas y me dijo:
    
    “Claro, así me faltaban bragas siempre. Yo creía que era la asistenta la que se las llevaba y eras tu”, se me quedó mirando. Yo no dije nada por lo que reconocía mi culpa. Ella siguió:”El caso es que no solamente me ...