1. Estos fríos días de marzo


    Fecha: 30/09/2023, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Yolanda me esperaba todos los martes a las diez de la mañana. Yolanda sabía que a esa hora de ese día yo pasaba por su calle, y me esperaba. Me esperaba sentada en una silla de anea; y, en estos fríos días de marzo, lo hacía envuelta en una bata. Ahí la veía. Bajo la bata llevaba un pijama. Sin embargo, a pesar de la baja temperatura, Yolanda calzaba unas chanclas playeras que dejaba entrever sus bronceados pies. Bronceados pies del color de su cara. Bronceada piel que yo ansiaba ver desnuda, por la que yo moría. "Hola", me saludó; "Buenos días, Yolanda", la saludé; "¿Entramos ya o hace un cigarrillo?"; "Entramos". Yolanda empujó la puerta semiabierta del portal y ambos pasamos adelante a través de un pasillo; bajamos cinco escalones y, tras abrir la puerta de su estudio, entramos.
    
    La cama estaba pulcramente hecha en mitad de la habitación que era a la vez dormitorio y a la vez salita de estar; justo en el centro. Mientras Yolanda se quitaba la ropa, yo saqué un billete de 50 euros de mi cartera y lo dejé en el mueble sobre el que estaba el televisor. Yolanda se tumbó de espaldas en el edredón, después de encender una pequeña estufa eléctrica que tenía cerca de la cama, y me esperó. Esperó a que yo también me desnudase. Una vez lo hice, se abrió de piernas. Yo, frente a ella, admiré su figura. Yolanda era delgada; sus caderas eran anchas y sus tetas eran como pequeños limones: los pezones sobresalían de la carne, oscuros, más oscuros que su piel. Me subí encima de Yolanda ...
    ... después de ponerme el preservativo y mi polla penetró en su coño lubricamente. "Venga, niño, hazme tuya", me susurró Yolanda al oído cuando acerqué mi cabeza a la suya; y comencé a follarla. "Ah, aahh, sí, sí, dame..., más, más", decía Yolanda entre gemido y gemido con la intención de que me corriera a gusto. "Aahh, vaya polla tienes, lo que se pierden algunas", seguía diciendo Yolanda entre jadeos y suspiros. "Uff, oh, oohh, Yo-lan-daaa", grité al correrme. Fue a despedirse de mí a la puerta de su estudio. "¿Mañana vendrás?", me preguntó; "Ya sabes, Yolanda, cada semana", respondí; "Sí, lo olvidé", dijo, y cerró la puerta.
    
    Pero, cosas que pasan, sí, volví al día siguiente. Yolanda no estaba. Pregunté a otra puta que por la calle paseaba a la espera de clientela. "¿Yolanda?, ella no está aquí siempre, ni siquiera vive aquí"; "¿Ah, no?", pregunté desconcertado; "No", dijo la puta, "pero ¿si te puedo servir en algo?", me guiñó. Cierto es que esta mujer prometía un buen polvo; rubia y con exuberantes formas, parecía nacida para follar, para satisfacer los apetitos sexuales de cualquier macho. Pero no, no quise entrar con ella y me despedí amablemente.
    
    Yo la imaginaba con otro hombre, quizá su marido. Imaginaba a Yolanda extasiada, ida de amor, suplicando sin fingimientos más brío a su amante: "Más, dame más...", como lo hacía conmigo. O la imaginaba metiéndose en la boca una hinchada polla, quizá la de su marido, que en el momento final lanzaba un chorro de semen sobre sus ...
«123»