1. Estos fríos días de marzo


    Fecha: 30/09/2023, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... labios entreabiertos. No podía saberlo con exactitud. Digamos que, si Yolanda tenía una doble vida, ésta estaba prohibida para mí.
    
    ¿Cuál no sería mi sorpresa cuando, unos minutos después de despedirme de aquella puta, vi a Yolanda por la misma calle? "Hola", dijo nada más cruzarse conmigo, "me dijiste que hoy no venias"; "A mí me acaban de decir que tú no estabas", dije alzando la mano cerrada y señalando detrás con el pulgar; "¿Esa?, te ha mentido para que te vayas con ella, ya sabes", dijo riendo; "Entonces ¿vives aquí?"; "Pues claro, no voy a vivir en un palacio...", rio; "Claro", asentí.
    
    Después, follamos.
    
    Aunque esta vez no quiso cobrarme. Yo noté algo distinto: Yolanda no fingía; de hecho, Yolanda no emitió ningún gemido mientras yo, arqueado mi torso sobre el suyo, le chupaba las tetas a la misma vez que la embestía dando golpes de caderas firmes y acompasados. Fue sólo unos segundos antes de correrme, y durante toda la corrida, que Yolanda dio un gran suspiro y puso los ojos en blanco. Interpreté por estas señales que ella también se había corrido; no obstante, se lo pregunté. "Aahh, sí, me he corrido..., y no sabes cuánto tiempo hace que esto no me sucede", me contestó, habiéndome dado un sonoro beso en los labios antes.
    
    Por la noche volví a mi casa. Mi mujer, Mariví, en la salita de estar, veía la televisión. "Buenas noches, amorcito", me dijo sin despegar la vista de la pantalla. Entré en la cocina para picar algo de comer pues estaba hambriento. "Te he ...
    ... dejado unas croquetas en el microondas, sólo tienes que calentarlas", oí que decía mi mujer. Programé el microondas y, tras sonar la campanilla, saqué el plato de croquetas y las devoré. Después fui a la salita de estar. Mariví vestía la bata polar de color rojo que le regalé el día de su cumpleaños. El cabello rubio de Mariví, peinado con la raya a un lado, me retrotrajo a otro tiempo. Un tiempo feliz. Un tiempo en el que nos amábamos con pasión. "Mariví", dije, "hoy he vuelto a ver a Yolanda"; "Te la sigues tirando"; "Sí"; "Echaste a su madre de tu empresa, se suicidó por tu culpa, ¿ella no lo sabe?"; "Por supuesto, no sabe quién soy". Esa noche, Mariví y yo follamos, como siempre que sentíamos dolor, dolor por las cosas mal hechas. El vello rubio de Mariví rodeaba mi polla hinchada, que entraba en su coño con fuerza.
    
    Yo pensaba mucho en Yolanda. Sí, ya sé, me la tiraba, y sólo eso es lo que me importaba; pero pensaba en ella. Mi matrimonio iba bien; quiero decir, Mariví y yo nos entendíamos y aceptábamos nuestras infidelidades con naturalidad. Cierto es que cuando descubrí a Yolanda en la calle, enseguida supe de quién era hija, pues el parecido que tenía con su madre muerta era asombroso, y que fue precisamente Mariví la que me animó a frecuentarla. "Fóllatela y paga, se lo debes", me decía a oscuras en nuestro dormitorio mientras me hacía una felación; "Calla, sigue, sigue Mariví", le decía yo a punto de correrme; "Mmm, mmm, prométemelo", me decía Mariví con mi polla ...