1. El bautizo campestre: Días 2 y 3


    Fecha: 10/11/2023, Categorías: Sexo en Grupo Autor: vule69, Fuente: CuentoRelatos

    ... desde las rocas y Pedro que le siguiera enseñando a nadar. Miré a Andrea que, entretenida, mantenía la conversación con Juan y Rosa y, tras avisarle, partí con ellos. Menos de 5 minutos después, tras una saliente, disfrutábamos lanzándonos al agua. Ni diez minutos habían pasado cuando apareció Rosa.
    
    Rosa: cauros los sándwich están listos. Vayan… -Dirigiéndose a mi- Oiga, primo, le puedo pedir un favor, pero no se lo cuente a naiden, si po… tamo??
    
    Yo: dale, prima. Cuénteme.
    
    Rosa: no sé nadar… me enseñaría?
    
    Yo: claro… cuándo?
    
    Rosa: ahorita… pue’e?
    
    Yo: si, pero tú estás con ropa…
    
    Rosa: pue’e o no pue’e?
    
    Yo: si. Puedo.
    
    Rosa comenzó a sacarse la ropa. Debajo de su atuendo holgado y sin forma llevaba un traje de baño de una sola pieza color negro que contrastaba con su blanquísima piel. Trigueña con 38 años en el cuerpo, de salvaje y abundante negro pelo rizado largo hasta la cintura, de 1.67 m, delgada, estrecha de caderas, pero con dos tetas de campeonato. El hecho de tener un culo pequeño era obviado por sus atractivas facciones que incluían un bello par de verdes ojos.
    
    El agua nos lamía el cuerpo. Rosa de pronto me dijo que quería orinar y salió a ocultarse tras unos matorrales. Me pareció raro que no lo hiciera en el agua, pero no le di mayor importancia.
    
    Me sumergía sucesivamente hasta que debajo del agua, de reojo, noté la silueta de una persona. Al salir y abrir los ojos vi a Rosa desnuda con el agua hasta la cintura. Con un ademán señaló ...
    ... que me acercara.
    
    Al estar juntos, pero sin llegar a tocarnos aún, por unos segundos nos miramos, inmóviles. Entonces, ella, posando su palma en mi dorso, acercó su boca a la mía hasta fundirnos en un largo y apasionado beso.
    
    Rosa: el Juan es un bruto… puedes no serlo tú.
    
    Yo: si. Si eso deseas, si puedo.
    
    Volvimos a besarnos, pero esta vez ambos con nuestras manos recorrimos el cuerpo del otro. Entonces, tiernamente, le di la vuelta dejándola de espaldas a mí. Le puse mi corneta ya dura en medio de sus nalgas y comencé un sube y baja lento, muy lento.
    
    Mis manos estaban ocupadas con sus duras tetas. Los pezones estaban a punto de estallar. Rosados, puntiagudos, rodeados por una aureola generosa pintada del mismo color. En tanto, con mi boca, besaba detrás de sus orejas, en su nuca, en su cuello, hombros.
    
    Dejé una de sus pechugas para centrarme en su clítoris. Comencé lentamente con círculos concéntricos cada vez más cerrados. Casi rozándole la húmeda piel, bajaba hasta la entrada de su vagina ya completamente lubricada gracias a sus propios fluidos.
    
    Rosa, en un reflejo, abrió ligeramente más las piernas en un intento de aumentar sus sensaciones. Sus gemidos comenzaron a impregnar la atmósfera hasta ese momento llena solo con los cantos de las aves.
    
    El primer orgasmo le hizo emitir un ronco gemido, al tiempo que su cuerpo se contraía en espasmos regulares. Dio la vuelta y, apoyando su cabeza en mi hombro, me abrazó. La tomé en andas para llegar hasta la ...
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