Chica menstruante (I y II)
Fecha: 09/12/2023,
Categorías:
Fetichismo
Autor: erotic_teller, Fuente: CuentoRelatos
... y arreglado cubría parte de su pubis, con una simetría perfecta. Pero la vulva estaba completamente afeitada. La piel de sus labios brillaba. La excitación había hecho que se humedeciera por sus jugos y, quizá, por algo de la sangre de su regla. Y sí, entre los pliegues de los labios menores aparecía un hilo blanco, el hilo que demostraba que todo lo que Nerea me había dicho era verdad. El hilo de un tampón que dentro de muy poco iba a salir de su cuerpo y que nos iba a proporcionar una situación de enorme placer.
- ¡Ponte encima de mi cara! Quiero comértelo, quiero saborear esa carne, quiero que me empapes y quiero que te corras con mi lengua.
- Vaya, vaya con el cabrón. Así que empiezas con las guarrerías ¿eh? ¿Sabes que me encanta que seas tan cerdo?
- Más cerda eres tú y te adoro por serlo.
Se dejó caer y puso su coño encima de mi boca. Antes de que yo pudiera hacer nada, empezó a restregármelo por toda la cara, con un movimiento de un lado hacia otro, de la frente a la barbilla. Como había imaginado, noté humedad, una humedad que me iba empapando cada vez más. La sujeté los muslos para detener ese movimiento lujurioso que era como marcar su territorio. Agarrándola así, dirigí mi lengua hacia su clítoris y empecé a chuparlo de manera descontrolada. Mi excitación era tremenda e iba aumentando mientras le daba lengüetazos a ese pequeño trozo de carne que se había puesto tan duro y que sobresalía de su ...
... capuchón. El sabor de su coño era una mezcla entre el sabor salado de los flujos de una mujer y una parte de sabor a hierro que proporcionaba la sangre que estaba tan cerca de mí. Nada me importaba. No sólo le chupaba el clítoris, también su raja recibía mi visita, intentando meter la lengua muy dentro de ella, aunque ese hilo me lo impedía.
Mi boca empezó a saber a sangre, los gemidos de Nerea eran cada vez más fuertes. Me centré en su clítoris: como había hecho con los pezones, no sólo lo lamía, sino que lo succionaba y le daba pequeños mordisquitos. Era como un perro lamiendo, un perro desesperado lamiendo ese pequeño pedazo de carne que tanto placer daba a las mujeres.
Y, al igual que había pasado cuando le comí las tetas, ahora también llegó el orgasmo. Su segunda corrida y ya la conocía: más gemidos, respiración más fuerte y, esta vez, noté cómo sus nalgas y su culo se contraían justo en el momento en el que se corrió.
Nerea se movió hacia atrás y se tumbó encima de mí mientras recuperaba la respiración. Sus tetas, que seguían estando muy duras, estaban pegadas a mi pecho, y mi polla estaba tan dura como ellas. Notaba mi cara pegajosa y todavía sentía el olor a sexo que se había desprendido.
- Eres maravillosa, niña. Esto es lo más excitante que me ha pasado en mi vida. Y tú eres la causante.
- Y eso que aún no hemos terminado – dijo maliciosamente mientras me plantaba un sonoro beso en los labios.