1. Interóseo


    Fecha: 22/12/2023, Categorías: Infidelidad Autor: pietrorusso, Fuente: CuentoRelatos

    ... piel blanca se volvía rosada. Con una de mis manos, agarré la tanga de encaje rosa que la cubría y se la arranqué de un solo tirón. Nara sonrió. Los labios de su concha estaban inflados e irritados por la cogida que le habían pegado mis dedos. Chorreaba un líquido espeso que goteaba en medio del segundo agujero y caía en el asiento del auto. La miré de nuevo, y Nara lanzó una risita torpe que, como un disparador, me hizo reaccionar. Pasé mi lengua de arriba abajo. Primero por el agujero de su culo y luego por el de su concha. Ella inhaló un gemido y llevó una de sus manos a mi cabeza. Yo la agarré de las nalgas, por debajo de las piernas, y la acerqué a mí para poder comérmela mejor. Trabajé los costados, sus labios, el clítoris diminuto, rosado, prístino que se endurecía con cada lamida. La mano de Nara me apretaba el pelo y me empujaba aún más contra su cuerpo. Le metí dos dedos en el agujero de la concha y saqué mi cara tórrida por el placer. Le llevé el sabor de su sexo a los labios y la besé como nunca había besado a nadie.
    
    Sentí en ese momento su lengua impetuosa que chocaba con la mía. Gemía despacito y, cuando lo hacía, despedía de su boca el sabor a chicle de menta en forma de aliento. Apresé su lengua entre mis labios y aceleré el ritmo de mis dedos que se clavaban en su concha. Nara comenzó a convulsionar. Sus gemidos se volvieron más marcados. Me empujó hacia atrás y, sin sacarse mis dedos de su agujero, disparó un chorro explosivo, relativamente breve de ...
    ... fluidos. Mientras duraba el disparo, se contorsionó trayendo el pecho hacia adelante. Los pezones se marcaban en su remera blanca. Me quedé petrificado del sólo verla. Nara se relajó de a poco.
    
    —¿Y eso…? —pregunté.
    
    Nara se encogió de hombros, sonrió.
    
    —Me sale todo el tiempo —me respondió haciéndose la tonta.
    
    —Hacelo de nuevo para mí, pendeja… Dale —le ordené.
    
    Volví a besarla. Mis dedos retomaron sus movimientos dentro de su concha. Con la mano que me quedaba libre, agarré la remera hecha un nudo y desnudé sus tetas. Eran grandes, como las de su madre, y la coronaban unos pezones rosados algo oscuros. El rebote de sus senos era perfecto. Una vez que la carne se le acomodaba, volvían a su postura como músculos endurecidos. Mientras la masturbaba, me llevé a la boca una de las tetillas y la acaricié con la lengua antes de morderla suavemente. Costó poco volver a provocar una explosión semejante a la anterior. Nara me dio un golpecito en la cabeza para avisarme que iba a suceder de nuevo. Y yo llevé mi cara a su concha justo a tiempo para que me bañe con el fluido. Mientras chorreaba, abrí mi boca y dejé que me diera de beber del chorro. Mis dedos se escaparon hacia el agujero de su culo y se incrustaron en él. No costó en lo absoluto. Las paredes de su segundo agujero se dilataron de inmediato con el paso de mis dedos. Mi lengua irrumpía en su vagina. El sabor de sus chorros era delicioso, una especie de agua de fuente con la que se me ocurrió que podría hidratarme por ...
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