Interóseo
Fecha: 22/12/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: pietrorusso, Fuente: CuentoRelatos
... aquel momento a la persona que había diseñado esa prenda. A Nara le quedaba de mil maravillas. Agarré la tela con mi mano derecha y se la levanté como un velo por encima de la espalda. Corrí la tanga de encaje rosa que llevaba puesta y le manoseé las nalgas. La piel de Nara era suave, tersa. El tacto de mis manos endurecidas por tantos años de trabajo parecía complacerla, porque sentía las vibraciones de sus gemidos ahogados en mi pija. Despacio, mientras ella hacía su trabajo, mis dedos rosaban los costados de sus labios vaginales. Nara estaba muy mojada. Eso quizás era lo que la tenía tan inquieta. Me volvía loco imaginar que mientras se movía como loca en el asiento de mi auto, su concha se ponía cada vez más húmeda.
Detuve el auto al costado de la ruta, el sonido de las llantas en la banquina me pareció un estruendo delator. Tiré mi asiento hacia atrás. Recién entonces pude verla. Tenía los ojos cerrados. La coleta del pelo desarreglada. La parte de sus cabellos más cercana a la raíz se abultaba como un globo a medio inflar. La forma de mi pija se imprimía en el cachete de su cara, y entonces me miraba e intentaba sonreírme con la boca llena. Me estiré para llevar su asiento hacia atrás, para que estuviese más cómoda. Y, de paso, aproveché para meter mis dedos en adentro de su concha. Nara gimió. El hueco apretaba, pero se notaba que cedía a la presión. Con el dedo índice que me había quedado libre comencé a acariciarle el agujero del culo. Nara no frenó ni un ...
... segundo. Se comía la pija con un hambre desesperado. Nos habíamos pasado todo este tiempo midiéndonos, y ahora, en medio de una ruta desierta concretábamos una cogida que los dos sabíamos que tarde o temprano iba a suceder.
No aguanté las ganas de jugar con sus agujeros. Metí hasta el fondo de su concha el dedo del medio y el anular, y clavé mi dedo índice en su culo con el excedente de fluidos. Nara se sacó la pija de la boca.
—¡Ay, hijo de puta! Así… Así… Pajeame —me pidió y volvió a comérsela hasta los huevos.
Entonces comencé a mover mis dedos. Ignoré el sentimiento incómodo en el espacio entre mis dedos que se separaban para entrar por sus agujeros. El placer de tener a la hija de mi pareja comiéndome la pija mientras me la cogía con los dedos era infinitamente mayor a cualquier incomodidad. Como si mis dedos fueran órganos sexuales, se los metía y se los sacaba. Nara se retorcía en el asiento. Su piel se volvía roja, se encendía. Los poros se le abrían, y la pendeja despedía un aroma tan excitante que me pareció de repente que acabaría allí mismo. La frené.
—Te quiero comer la concha, pendeja —le dije.
Saqué mis dedos y me los llevé a la boca. El sabor que tenían me embriagó. La puse de espaladas a la ventana, con los pies subidos al asiento. Le separé las rodillas y, después de acomodarme hacia el costado, me quedé embobado mirándole la concha. Nara sostenía la tela de la minifalda hacia arriba, dejaba al desnudo su sexo, el perineo y el agujero de su culo. Su ...